miércoles, 18 de septiembre de 2013

Sobre la violencia

El pasado 25 de Septiembre tuvo lugar en Madrid una manifestación autorizada que terminó con 46 heridos y 28 detenidos. Nada nuevo. El objetivo era ‘’rodear’’ el Congreso en señal de la poca representatividad que este suponía para los ciudadanos. Algunos pretendieron incluso, en un arranque utópico, entrar en el hemiciclo. La Policía lo impidió, como es lógico. 


Las imágenes de cargas desporporcionadas, de manifestantes sangrando o de brutales detenciones circularon por las redes sociales. Se extendieron como la pólvora. La indignación se disparó. Cada comentario de los internautas era más duro que el anterior: ‘’Mirad lo que hacen los perros del gobierno’’, ‘’¿Esto es lo que llaman democracia?’’, ‘’¡Vergüenza me daría ser policía!’’ etc. Al final, como siempre, se habló de cargas y heridos en lugar de debatir el motivo de la manifestación: la deslegitimación del parlamentarismo burgués (por naturaleza no-representativo de la voluntad popular).

Al día siguiente los indignados madrileños volvieron a reunirse en Neptuno, ultrajados por la dura represión. Cualquiera habría podido pensar que, esta vez, tratarían de plantarle cara a la policía. No fue así. De hecho, el ambiente estaba muy calmado. Pero el tema fue arduamente debatido en varios rincones y tuve la suerte de participar. Relataré las dos opiniones mayoritarias, enfrentadas entre sí:

- La mayoría sigue convencida de la efectividad de la no-violencia, y sacan con orgullo a su máximo referente: Gandhi. Ese tipo que derrocó a la dominación inglesa en la India de manera supuestamente pacífica. No parecen saber que Inglaterra en esos momentos estaba devastada por la guerra mundial (y por tanto no tenía fuerzas suficientes para contener la descolonización, ni en India ni en ningún otro rincón del planeta), que Gandhi estaba apoyado por la naciente burguesía india y por potencias como EEUU o que su ‘’revolución’’ se inscribe en una época de descolonización (que fue en muchos casos pacífica) apoyada por la mayoría de los países del mundo. Habría que ver a este tipo haciendo la revolución en una potencia capitalista. ¡Sus métodos serían totalmente inefectivos! Pero los pacifistas parecen convencidos de poder aplicar los métodos de Gandhi a la España de 2012, como si esta fuese igual que la India de los años 1940. Me recuerdan a los comunistas españoles que pretenden hacer en España exactamente lo que hizo Lenin en 1917 en su país.

Esta mayoría pacifista esgrime, además, otro de sus argumentos favoritos: la importancia de la mediatización de la protesta. Se repite incansablemente la máxima de: ‘’si en la televisión ven que somos violentos nuestra protesta queda deslegitimada y perderemos apoyos’’. La televisión, queridos, va a hablar mal de nosotros hagamos lo que hagamos. Somos un movimiento que pretende derrocar el sistema que da de comer a TODOS los canales televisivos y a TODOS los periódicos. Los medios están controlados por la única clase social que se puede permitir pagarlos: la burguesía (o la clase capitalista). Lo más que podemos esperarnos es un artículo de apoyo en El País, siempre y cuando hablemos de reformar (y no de romper) el sistema capitalista o le echemos la culpa a la avaricia de los banqueros y a la corrupción política (y no al sistema económico capitalista, verdadero causante de nuestros males). Nada más. A quién debemos mostrarles nuestros motivos y la legitimidad de nuestros métodos es a los manifestantes, a los trabajadores no alienados, a las redes sociales (cada vez más poderosas). En ningún caso a los medios al servicio del poder, lo que tampoco significa dejar de lado la importancia del factor mediático. Asumir que lo importante es ‘’salir guapos’’ en los medios controlados por el capital es un suicidio político. Gordillo, por poner un ejemplo, ha sido satanizado en los medios, y sin embargo tiene el apoyo de cada vez más españoles. Sigamos su ejemplo.

- Enfrentados a este punto de vista están –estamos– quienes somos partidarios de una revolución violenta. Esta es una idea que suele escandalizar a la población. Así que antes de entrar en tecnicismos y particularidades, expliquemos porqué la revolución ha de ser por la fuerza.

Lo primero es asumir un concepto básico: la lucha de clases. Podemos dividir la sociedad capitalista en muchos sectores: hombres y mujeres, derechas e izquierdas, adultos y jóvenes, trabajadores y desempleados, negros y blancos… Pero estas divisiones de poco nos sirven si queremos estudiar el sistema económico y menos aún para trazar un plan para derrocarlo. Para ello es mucho más útil y lógico dividir la sociedad capitalista en dos clases, como hizo Marx en su momento: trabajadores y capitalistas. El capitalista posee medios de producción (como una fábrica), medios de financiación (como un banco), medios de distribución (como un supermercado) y medios de ideologización (como un canal de televisión o un periódico). La posesión de estos medios le permite acumular capital (apropiándose de una parte del salario del trabajador o mediante el negocio del crédito), lo cual le hace cada vez más rico. Los trabajadores no poseen medios de producción, y por tanto no tienen fuentes de riqueza. No les queda otra que trabajar para los capitalistas vendiendo su fuerza de trabajo. Para ello se forman en colegios y universidades y, cuando están listos para ser empleados por el que posee medios de producción, se pone a trabajar en las condiciones que este le impone. Otros trabajadores no tienen la oportunidad de estudiar. Pero no es necesario: el capitalismo necesita a algunos trabajadores que se dediquen a tareas simples que no requieren de estudios (como un cajero o un policía antidisturbios). Al proletario (eufemismo de trabajador) no le queda otra que aceptar la oferta del capitalista, pues de lo contrario no tendría fuentes de ingreso y moriría del hambre. 
Pues bien; estas dos clases están enfrentadas, del mismo modo que antaño estuvieron enfrentados siervos y señores feudales o esclavos y patricios. Primero, porque la clase capitalista (la clase dominante, la que detenta el poder) oprime constantemente a la clase trabajadora, por ejemplo haciéndola pagar las crisis propias al sistema capitalista o reprimiéndola usando la fuerza del Estado. Segundo, porque sus intereses están enfrentados: una subida de salarios, que beneficiaría, lógicamente, a los trabajadores, significa el deterioro de los beneficios del capitalista. Tercero, porque lo que beneficia al capitalismo a menudo es perjudicial para el trabajador. Para este último apartado hay varios ejemplos. A la industria farmacéutica le interesa más vender medicinas que encontrar la cura a enfermedades (el escándalo de la gripe A fue cuanto menos descarado), a la industria armamentistica le interesa más que haya guerras a que exista un mundo en paz etc. Existe pues un antagonismo entre los intereses de los trabajadores y los de los capitalistas: es lo que llamamos la lucha de clases. 

No se trata de que los banqueros y los grandes empresarios sean malvados. Simplemente se limitan a defender sus intereses. Si Emilio Botín no evadiese impuestos (evade miles de millones cada año), lo haría otro banquero, lo cual le haría más competitivo y ganaría más clientela en detrimento de Botín. Es la lógica del sistema y no la forma de ser de los individuos lo que determina el modo de actuar de los opresores. Por eso es absurdo creer que la solución al capitalismo es reemplazar a los dirigentes por ‘’buenas personas’’, idea que muchos tienen en mente.

Hablemos ahora de un aspecto fundamental para comprender el tema de este artículo: el papel del Estado. El Estado (ejército, sistema judicial, parlamento, policía) es una maquinaria al servicio de la clase dominante. La policía no reprime y nunca reprimirá a los capitalistas. No veremos al parlamento aplicar leyes a favor de los trabajadores (por mucho que los diputados hayan sido elegidos por estos). La justicia no es igual para todos por mucho que el rey afirme que así es. El ejército –salvo honrosas excepciones- jamás se pondrá del lado de los oprimidos (y menos aún el ejército español, residuo del franquismo). Antaño el Estado también estuvo al servicio de quienes poseían los medios económicos. La Iglesia –católica o no- es el ejemplo perfecto: siempre alienando al oprimido para que asuma su condición y no se rebele contra el opresor. Engels y Marx hablaron extensamente del tema. 

El Estado otorga los poderes necesarios para el dominio en una sociedad de clases. Por tanto la maquinaria estatal debe ser tomada para que los trabajadores asuman el poder (que es el objetivo de los indignados si realmente quieren crear justicia social). Esto es indiscutible. Nadie puede rebatirlo. Tomar el poder significa hacerse con el Estado.

Pero, y aquí llegamos a la cuestión que nos atañe, para tomar la maquinaria estatal, para tener poder suficiente para fomentar la justicia social (incompatible con el capitalismo), es necesario el uso de la violencia. ¿Por qué? Porque la burguesía no dudará un solo instante en utilizar el aparato represivo del Estado para reprimir cualquier movimiento que ponga en peligro su dominio. Ejemplos históricos hay millones.

Pero…¿no hay alternativas? ¿y si conseguimos crear un movimiento de masas de izquierdas que gane unas elecciones democráticamente? ¿Podríamos imponer entonces la justicia social, la democracia participativa y la solidaridad?. Pues tampoco parece factible, y de nuevo la Historia está plagada de ejemplos que apoyan mi tesis: la oligarquía española echó mano del fascismo en 1936 con la victoria del Frente Popular, la oligarquía chilena echo mano de los militares en 1973 con la victoria de Allende etc. Otros presidentes progresistas, como Correa o Chávez, también han padecido intentos de golpe de Estado promovidos por la burguesía. Nada puede hacernos creer que, en caso de que una fuerza de izquierdas española (como Izquierda Unida) ganase unas elecciones los poderes económicos no echarían mano del fascismo o del ejército. Y no olvidemos que el ejército español es un residuo del franquismo: no hubo Transición como tal y las fuerzas armadas son extremadamente conservadoras. De hecho, no hace mucho un coronel amenazó con intervenir en Catalunya si esta se independizaba, con el consentimiento (y quizás la aprobación) del PP. 

Tampoco parece que podamos contar con el apoyo de ninguna fuerza internacional, con la excepción de Cuba o Venezuela, que nada pueden hacer frente a la potencia estadounidense, que interviene allí donde avanza la izquierda o simplemente donde los gobernantes no se pliegan a sus órdenes. De nuevo tenemos ejemplos de sobra. 

La violencia es pues necesaria si se desea tomar el poder. Negarse a emplearla es, de algún modo, someterse al mismo sistema que nos roba y oprime y que arrasa el planeta con su anárquica voracidad. Renegar de la violencia es renegar del método que emplearon nuestros antepasados para conseguir los derechos de los que hoy gozamos y que la nueva ofensiva del capital pretende eliminar. No encontraremos imágenes de mujeres sufragistas o de trabajadores que lucharon por implantar la jornada de ocho horas levantando las manitas mientras son reprimidos. Ni siquiera Mayo del 68, uno de los primeros movimientos anticapitalistas posmodernos que la progresía observa con romanticismo, puede considerarse pacífico: las calles de París se llenaron de barricadas y de coches ardiendo. La policía estaba en estado de alarma y de Gaulle llegó a plantearse una intervención militar. Finalmente los franceses lograron subidas salariales y el retraso de la edad de jubilación, entre otras muchas cosas. Tampoco la educación universitaria pública se consiguió entregándole flores a las fuerzas represoras.

Emplear la violencia no significa ponerse a la altura de los opresores, como me han comentado en varias ocasiones. Significa ser consciente de que estos no tienen el monopolio ni la legitimidad del uso de la fuerza, a diferencia de lo que sugería el líder del Sindicato Unificado de la Policía. Los trabajadores (y los estudiantes y los desempleados), ante una situación de injusticia tan obvia como la que estamos viviendo, tienen el Derecho inalienable de, por lo menos, defenderse de quienes defienden la opresión. No nos convertimos en injustos por defendernos de la policía, del mismo modo que no nos convertimos en violadores por defendernos del violador. 

Convencer a la Policía de que se una a un movimiento de izquierdas y anti-sistema, como proponen muchos, tampoco me parece productivo. Es evidente que el cuerpo policial, especialmente los antidisturbios, está plagado de individuos sin demasiada capacidad de pensamiento crítico y que, en caso de optar por una opción anticapitalista, se inclinarían más bien hacia la extrema derecha o hacia el fascismo. Aquí debemos aprender del ejemplo de Grecia, donde la crisis es mucho más evidente y el malestar social aún mayor que en nuestro país, cuya policía vota mayoritariamente a Amanecer Dorado. Incluso se ha hablado de la connivencia de las fuerzas represoras griegas con sus compatriotas fascistas. 

El cómo emplear esta violencia y con qué objetivos precisos es otro tema.

9 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. "Es evidente que el cuerpo policial, especialmente los antidisturbios, está plagado de individuos sin demasiada capacidad de pensamiento crítico y que, en caso de optar por una opción anticapitalista, se inclinarían más bien hacia la extrema derecha o hacia el fascismo." ¿Opción anticapitalista?

    ResponderEliminar
  3. He hecho un esfuerzo por terminar el artículo a pesar de que, desde el tercer párrafo, las contradicciones y falacias campan a sus anchas:
    - Ghandi es un referente, no un recetario, y ni siquiera el único. Desacreditar (supuestamente) a Ghandi no invalida un medio de lucha. Y por supuesto que una lucha noviolenta debe tener en cuenta la coyuntura histórica y política, para tratar de emplearla a su favor.
    - El SAT emplea métodos de lucha noviolentos, no sé porqué se cita a Gordillo para ejemplificar lo contrario.
    - El Estado es el administrador de la plutocracia. Si para acabar con nuestros problemas hay que acabar con el capitalismo, mantener el Estado es mantener la dominación.
    - La violencia del Estado es superior, por su propia naturaleza, a cualquier resistencia armada revolucionaria. Cuando la fuerza armada revolucionaria es superior al la del Estado (vgr. tras la revolución francesa), la revolución se convierte en Estado, la nueva clase en el poder se convierte en explotadora y volvemos a empezar.
    En fin, que si quieres pegarle a alguien, tendrás que decir que es que te apetece, pero, tal como yo lo veo, la lucha violenta o armada o como la quieras llamar no es ni práctica, ni ética ni emancipadora. La no-lucha, aún menos, por supuesto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Te equivocas de lleno:
      Podrás considerar la lucha de Ghandi como pacífica, cuando realmente no lo es. No hay nada más violento que poner en huelga de hambre a miles de personas hasta la extenuación o la muerte, para luego poner esos muertos sobre la mesa a la hora de negociar. Esto lo han sabido utilizar muy bien determinados grupos terroristas.
      El SAT emplea métodos considerados no violentos... eso es cuestionable. Asaltar supermercados es ejercer la defensa legítima del trabajador frente a los mercenarios capitalistas. Si no lo consideras violento eso es bueno, acabamos de dar un paso certero para generalizar esa "no violencia activa"
      El estado no es administrador de nada por sí mismo. El estado posee, por decirlo de forma sencilla, dos aparatos principales: el administrativo y el juridico-político. Cuando la burguesía (vease el bipartidismo) controla el estado pone en marcha el sistema jurídico político para elaborar leyes que favorecen y perpetúan las relaciones de producción capitalistas, mediante la opresión de los movimientos sociales (que se lo cuenten a Cañamero o a los "indignados del 25S"). Por otro lado utiliza la maquinaria administrativa para, en el mismo sentido, favorecer sus intereses de clase dominante sobre la clase oprimida (ej: evasión fiscal, sicav, y demás patraña financiera de las grandes fortunas).
      Vuelves a errar con tu planteamiento diciendo que acabar con el capitalismo pasa necesariamente por acabar con el estado. Acabar con el capitalismo conlleva acabar con la propiedad privada de los medios de producción, o sea socializar los mismos. ¿Crees de verdad que la burguesía estaría dispuesta? Para eso es necesario que la clase trabajadora inicialmente tome el control de los aparatos del estado, reprimiendo duramente a la burguesía en sus intentos contrarrevolucionarios (porque llegados a este punto, sí, estamos en una revolución). Luego si quieres hablamos de la extinción del Estado, pero eso es harina de otro costal.
      Confundes términos, la clase trabajadora apropiándose de los medios de producción y del aparato del estado oprime a la burguesía pero no explota ni volvemos a empezar nada.
      Cuéntale a otro lo de que la lucha violenta no es emancipadora...

      Eliminar
    2. Sólo pretendía establecer un diálogo, pero sin un punto de partida conjunto, sin que al menos el vocabulario que empleamos signifique lo mismo, está complicado. Para empezar, el activista noviolento no puede poner en huelga de hambre a nadie. La mentalidad de vanguardia revolucionaria puede impeler a pensar que se puede hacer con otros tal cosa, pero desde un punto de vista noviolento no es posible ni deseable. Salvo que tenga el poder de dominar las mentes de los demás, cada activista se pone en huelga de hambre, en el marco de una campaña para forzar al adversario a tenerle en cuenta como parte del conflicto. Otros activistas, que no estarán en huelga de hambre, llevarán adelante otras tareas de la campaña. La amenaza de dejarse morir para ejercer un chantaje no es el objetivo. Ahí sí se equivocaron algunos (incluso, como tú los llamas, terroristas) que no entienden qué es la noviolencia. "No violencia activa" no es un término que se use en la lucha noviolenta. La lucha es activa. Lo que sí puede ser activa o pasiva es la resistencia: puedes ir y, activamente, sacar un carro de un supermercado sin pagar. Si no ejerces violencia física sobre las personas y tu objetivo no es despojar a otros de sus bienes sino hacer visible un conflicto, estás haciendo resistencia activa. Hay multitud de ejemplos en que el activista resiste con su acción a una situación injusta (desafiar leyes raciales, invadir u ocupar espacios...) Cuando el activista resiste con su no-acción (negarse a desalojar un espacio, a pagar impuestos, a hacer un determinado servicio o trabajo) podemos hablar de resistencia pasiva. Pero ambas implican intención de luchar activamente contra un determinado objetivo.

      Eliminar
    3. En cuanto a que el Estado no puede servir a los intereses de los trabajadores sino únicamente servirse de los mismos, no puedo transigir en eso. Ningún estado, y ahí incluyo a la II República en guerra contra el fascismo, ha permitido jamás que los trabajadores tomen el control real de los medios de producción. De hecho, desde los partidos burgueses como desde los leninistas se hizo todolo posible para abortar como fuera tanto las milicias como las colectividades de trabajadores y campesinos de la zona republicana. Cuando el "proletariado" toma el "control" del estado, se sustituye la dominación burguesa por la de las vanguardias revolucionarias, también llamadas "aparatos de partido" o burocracias totalitarias. La extinción del estado, su desmontaje y sustitución por estructuras autogestionadas, autodefendidas y libremente confederadas es la misma harina y el mismo saco. Defenderse de quienes nos oprimen y de quienes nos podrían oprimir desde dentro y desde fuera, ahora y en un futuro es el objetivo de la noviolencia: abrir espacios de resistencia, de alternativas y de defensa de esas alternativas desde la mayoría de la población, no sólo adultos jóvenes o maduros. Y no. Delegar en otros tus decisiones no es emancipador y quienes ejercen la violencia para imponer sus alternativas, la necesitan para defenderlas. Para eso deben ser sus detentadores exclusivos. Lo que deja fuera a la mayoría de la población. De nuevo.

      Eliminar
    4. Siento disentir absolutamente. Creer que hacer una asamblea y levantar las manitas en el aire nos va a emancipar de algo... es demasiado suponer. La realidad va por otro lado, por la lucha de clases. Explicale a Amancio Ortega que vas a democratizar la empresa y que ahora se rige por, llamemosle la economía del bien común... seguro que mañana tienes un furgón de la UIP esperando en tu portal... Por muy buena que sea tu idea emancipatoria no violenta sirve de poco en un estado represor. Gramsci ilustra muy bien esto con el simil del centauro.
      A medida que vas leyendo la obra de lenin, sobre todo los escritos en torno a 1921 puedes observar grandes críticas al proceso puesto en marcha. Una de las críticas más feroces era el burocratismo. La causa principal no era tanto "el aparato del partido" como que, al día siguiente de la resaca postrevolucionaria, el país tiene que seguir funcionando, y los funcionarios que ponen en marcha los procesos son los mismos que tenías hace 3 días, no ha cambiado su mentalidad. Eso era algo que preocupaba enormemente a Lenin, pues lastraba mucho todo el proceso. Por tanto no confundir burocracia con burocratismo.
      Por último aquí nadie ha dicho que haya que delegar las decisiones en otros. Muy ilustrativo es el proceso comunal con las vocerías que se está llevando a cabo en las comunas de venezuela.

      Eliminar
  4. Entonces; todos a los GRAPO o a la barricada ? Se que te refieres a la barricada; pero el terrorismo como encaja aquí?

    ResponderEliminar