sábado, 30 de marzo de 2013

¿Qué es la hegemonía?

Hace poco me preguntaba un amigo que cómo es posible que, con la que está cayendo (y no del cielo, sino de los despachos de los banqueros), aún no nos hayamos rebelado. "En esta situación los antidisturbios deberían estar todo el día en la calle reprimiendo, pero no están porque en la calle no hay nadie". Es verdad. ¿Porqué el Estado no nos reprime? Porque no nos hemos levantado aún. Y de ahí surge la duda fundamental: ¿porqué no nos hemos levantado aún? ¿cómo es posible que, en plena crisis económica, exista gente que siga siendo fiel al régimen? ¿porqué no ha habido una revolución? 

Algunos marxistas plantean que los cambios económicos conducen directamente a cambios políticos. Según esta tesis la situación actual debería llevarnos inmediatamente, o no en demasiado tiempo, a una crisis política y a que los revolucionarios nazcan por doquier. Y sin embargo, no está siendo así. ¿Qué ocurre aquí?

Parece absurdo que una población que está siendo estafada, engañada y oprimida constantemente no se rebele. Quizás esto se deba a que la clase dominante (los capitalistas) se encarga de mantenernos dóciles por vías no violentas. Estas vías son mucho más cómodas y efectivas, pues si los de arriba tuvieran que recurrir siempre a la violencia esto sería un caos total.

El centauro: la parte humana y la parte animal del sistema.
El artífice principal de la teoría de la hegemonía es el comunista italiano Antonio Gramsci. Al contrario que muchos otros marxistas, él dedicó gran parte de sus esfuerzos a estudiar el mundo de las ideas y de la política. 

Gramsci se percató de que la clase social dominante (en el capitalismo, la burguesía) ejerce su dominio no sólo utilizando al Estado para mandar a la policía a que reprima a los manifestantes o para decretar leyes contra los huelguistas, sino también mediante la ideología. Ya había advertido Marx que "las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época", pero Gramsci desarrolla el tema de forma mucho más amplia.

Según el italiano, la clase dominante tiene dos formas de gobernar: bien mediante la fuerza (mandando a la policía o al ejército), bien mediante la ideología. Así, a veces el sistema se perpetúa adoctrinando a las clases dominadas (por medios que veremos más adelante), pero otras se ve obligado a echar mano de la fuerza. Es entonces cuando vemos a dirigentes obreros (como el propio Gramsci) encarcelados y a manifestantes aporreados. Los opresores  deben elegir entre difundir una ideología que les permita oprimir tranquilamente o utilizar la fuerza física y las leyes represoras. A cada situación le corresponderá un método distinto.

Es aquí donde entra el termino clave en este artículo: la hegemonía. La hegemonía no es otra cosa que un conjunto de ideas extendidas por una clase social y que pretenden que se haga aceptable el dominio de esta. Por ejemplo, la burguesía, mediante los medios que tiene a su alcance (que no son pocos) difunde la idea de que el capitalismo es el único y mejor sistema posible. La clase social dominante (o la que pretende serlo) deberá producir un consenso en el pueblo; la gente deben aceptar que ella sea dirigente de la sociedad.

Gramsci, para ilustrar esta idea, utilizó la metáfora del centauro de Maquiavelo. Así, el poder establecido sería como un centauro: con una mitad humana y agradable (la ideología, el consenso...) y con otra mitad animal y salvaje (el uso de la fuerza física). Tal y como hemos apuntado antes, la clase dominante combina tanto el uso de la ideología como el uso de la fuerza para mantener el orden establecido.

Por lo tanto tenemos el siguiente esquema:


Los intelectuales 
Pero esto de crear hegemonía no es sencillo ni se hace por arte de magia. Imponer a una sociedad un consenso, es decir, hacer que la población acepte el dominio de una clase sobre otras, no es tarea fácil. El lector ya habrá adivinado que deben existir ciertas personas detrás de esta función.

Gramsci dijo que toda clase social establece junto a ella una serie de intelectuales que están a su servicio. Son los llamados intelectuales orgánicos. Para el marxista italiano algo es orgánico cuando forma parte de una organización y defiende sus intereses. Los intelectuales orgánicos pertenecen al entorno de una clase social, ya sea el proletariado (los trabajadores) o la burguesía (banqueros, grandes empresarios). 

Pero en la teoría gramsciana hay muchos tipos de intelectuales. Por ejemplo, los capitalistas (o al menos una élite de entre ellos) son intelectuales en el sentido de que deben tener la capacidad de organizar la sociedad según los intereses de su clase:
Si no todos los empresarios, por lo menos una élite de ellos debe tener capacidad para la organización de la sociedad en general, en todo su complejo organismo de servicios hasta la misma organización estatal, dada la necesidad de crear las condiciones más favorables para la expansión de la propia clase, o como mínimo debe poseer la capacidad para seleccionar “los encargados” (empleados especializados) a los que se pueda confiar esa actividad organizativa de las relaciones generales externas de la empresa.
Gramsci también considera intelectuales a los que cumplen la tarea represora y administrativa del Estado y que se posicionan a favor de la clase dominante. Se trata de diputados, senadores, altos cargos policiales y militares... Cumplen la función de dirigir
el aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado para toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que no se da el consenso espontáneo.
Recordemos que aunque la función represora está, en general, poco presente en las democracias capitalistas, puede utilizarse a gran escala cuando hay una crisis de régimen y quienes gobiernan pierden la legitimidad para hacerlo.

Y por último tenemos a los intelectuales por los cuales nos vamos a interesar: los que cumplen la función hegemonica.  Se trata de cantantes, escritores, periodistas, maestros de escuela... en definitiva personas presentes en el mundo de la cultura, entendiendo por cultura los conjuntos de saberes, creencias y pautas de una sociedad. Estos intelectuales tampoco son ajenos a los intereses de clase, y extienden siempre una ideología acorde a los intereses de la clase que defienden (lo sepan o no).

Hoy la mayoría de los intelectuales que trabajan en el mundo de la hegemonía pertenecen a la burguesía. ¿Cuántos profesores anti-sistema has tenido? Yo personalmente ninguno. ¿Cuantos tertulianos conoces que extiendan una visión del mundo favorable a la revolución de los trabajadores? Más bien pocos. Esto puede cambiar de manera más o menos rápida en las crisis de régimen, que como ya hemos dicho se producen cuando la legitimidad de quienes gobiernan se halla fuertemente cuestionada. O sea, que en ciertos momentos los intelectuales de una clase se pasan al otro bando y podemos toparnos con profesores abiertamente revolucionarios y con una mayoría parlamentaria anti-sistema.

Después de tanta explicación seguro que el lector se halla un poco perdido. Pongamos un par de ejemplos que nos aclaren las ideas.

Los Chikos del Maíz es un grupo español de rap que, en sus letras, difunde una ideología subversiva que choca directamente con los valores dominantes (es decir, con los valores burgueses). Suelen elogiar a Lenin, al Che, a Julio Anguita y a otros pensadores que combaten la hegemonía de los de arriba. Además, critican la sociedad capitalista en su conjunto: desde el parado que recurre al alcohol para evadirse hasta la chica que acepta los valores machistas. Decimos que este grupo está compuesto por intelectuales orgánicos al servicio de la clase trabajadora. 

Por otro lado tenemos a 50 Cent, un grupo de rap estadounidense muy exitoso. En sus letras dicen que lo importante en la vida es ganar dinero y seducir a "zorras". Por tanto están difundiendo una visión hedonista, que olvida la lucha de clases por completo y que por tanto está destinada a servir a la burguesía. Engatusan a la juventud diciéndola que se acepte el orden establecido (aunque este sea "una mierda") y que concentre sus esfuerzos en intentar enriquecerse. Decimos que este grupo está compuesto por intelectuales orgánicos al servicio de la clase dominante, aunque -imagino- ellos no lo sepan.

Veamos otro ejemplo, ligado esta vez al mundo religioso. Un cura católico normalmente extiende el mensaje de que los pobres deben conformarse con su condición ya que en el más allá les espera una recompensa divina. También censuran todo intento de revolución y ya hemos visto que en ciertos momentos históricos no tienen inconveniente en ser los voceros del fascismo. El lector ya habrá adivinado que los curas cristianos son intelectuales orgánicos al servicio de la clase burguesa. 

Sin embargo no todos los curas cristianos son intelectuales al servicio de los ricos. A finales de los años 60 nació en América Latina la llamada Teología de la Liberación, corriente cristiana que se compromete a luchar por los pobres y derrocar el injusto orden establecido. Así que sin duda podemos decir que un cura perteneciente a esta corriente religiosa es un intelectual orgánico al servicio de la clase trabajadora.

Podríamos hablar de periodistas, tertulianos, escritores, poetas... hay muchos ejemplos de intelectuales cuya función es construir hegemonía, ya sea en beneficio de una clase o de otra. 

Concluyamos con una cita del marxista español Antonio Olivé, que resume así los tipos de intelectuales que producen las diferentes clases:
La clase dominante produce numerosos y variados intelectuales con el fin de poder desempeñar su papel dominador y de dirección a todos los niveles de la sociedad. 
La clase que aspira a conseguir el poder, según la fase histórica en la que se encuentre y según el mayor o menor poder hegemónico de la clase dominante, capas de intelectuales que puedan cubrir todas las funciones y que, en los momentos de crisis política, ejerzan de hecho todas estas funciones. 
En cuanto a las demás clases (pequeños empresarios, campesinos...):
Las demás clases producen habitualmente intelectuales para defender sus intereses económico-corporativos y pueden, a veces, producir un cierto número de intelectuales a nivel político. 

Los aparatos ideológicos del Estado 
Pero evidentemente no basta con tener un buen ejército de intelectuales para construir hegemonía. Hacen falta también aparatos desde los cuales podamos difundir las ideas que queramos que sean aceptadas por la gente. 

El comunista francés Louis Althusser, haciendo una posible referencia a Gramsci, explicó que existen ciertos "aparatos ideológicos" que sirven para garantizar la sumisión ideológica de la clase dominada.
la reproducción de la fuerza de trabajo no sólo exige una reproducción de su calificación sino, al mismo tiempo, la reproducción de su sumisión a las reglas del orden establecido, es decir una reproducción de su sumisión a la ideología dominante por parte de los agentes de la explotación y la represión.
Es decir, que por ejemplo en las escuelas no solo nos dan una calificación para nuestro futuro laboral, sino que además se nos adoctrina en ciertos valores que sirven a la clase dominante. Althusser distingue hasta ocho aparatos ideológicos:
  • Aparatos religiosos (el sistema de las distintas Iglesias),
  • Aparato escolar (el sistema de las distintas “Escuelas”, públicas y privadas),
  • Aparato familiar
  • Aparato jurídico
  • Aparato político (el sistema político del cual forman parte los distintos partidos),
  • Aparato sindical,
  • Aparatos de información (prensa, radio, T.V., etc.),
  • Aparatos culturales (literatura, artes, deportes, etc.).
Según el marxista francés,
Todos los aparatos ideológicos, sean cuales fueren, concurren al mismo resultado: la reproducción de las relaciones de producción, es decir, las relaciones capitalistas de explotación.
Los aparatos ideológicos que hemos citado más arriba tienen como función hacer que el proletariado (los trabajadores) y sus hijos acepten el orden establecido. Se trata, para la clase dominante, de construir un consenso en cuanto a su dominio. El mensaje emitido podría resumirse, simplificando mucho, a un "no te rebeles, porque lo mejor para nuestra sociedad es que estemos gobernados por capitalistas". Pero algunos aparatos también difunden mensajes que sirven a los poderosos, aunque indirectamente: hablamos de discursos machistas, racistas o hedonistas, entre otros.

Ahí tenemos a los maestros de escuela que nos muestran la Historia desde el punto de vista del capitalismo, justificando guerras imperialistas y satanizando las revoluciones socialistas.

Ahí tenemos a los sindicatos que aseguran que lo mejor es la paz social, es decir someterse a la burguesía (bancos, grandes empresas) y no pasarse de revolucionarios. Ahí tenemos decenas de partidos políticos prometiéndonos que lo mejor que podemos tener es lo que hay ahora; el dominio de los ricos (aunque evidentemente no lo dicen con estas palabras). Ahí tenemos películas y series televisivas que reproducen la ideología de los de arriba y ridiculizan (o banalizan) la lucha y las penurias de los de abajo. Podríamos escribir libros enteros tan sólo con ejemplos.

Tendríamos el siguiente esquema:



Conclusión: ¿qué es la hegemonía?
Creo que llegados a este punto es hora de darle la palabra a personas que han estudiado el pensamiento de Gramsci a fondo y que sabrán definir mucho mejor que yo algo tan complejo como el concepto de hegemonía. Utilizaremos para esto la tesis doctoral del español Iñigo Errejón:
La hegemonía es para Gramsci liderazgo político, intelectual y moral que articula una voluntad colectiva orientándola en un sentido nacional-popular
O sea, entendemos hegemonía como dominio ideológico de una clase. Esta clase se hace "dueña" de la voluntad nacional, presentando sus intereses como universales a toda la nación. Como cuando los medios dicen que defender los intereses de REPSOL (multinacional).
Se trata de una tarea compleja de articulación de fuerzas en un proyecto histórico nuevo, construida no por meras órdenes sino por una capacidad intelectual propositiva, de seducción y síntesis, que crea una nueva identidad colectiva.
La clase que se quiere presentar como dirigente de la sociedad crea una identidad colectiva acorde a sus intereses que sirve para crear una especie de bloque. Mientras este bloque, esta mayoría social, esté unido y acepte a la clase dominante como dirigente el régimen será estable. El bloque se rompe con las llamadas crisis de régimen, que no vamos a explicar aquí.

O sea que para Gramsci la hegemonía es la dirección política y cultural que una clase construye y que le sirve para legitimarse. No gobiernan tanto por su poder político o económico (que también), sino por la ideología y la difusión de valores que sirvan para garantizar la paz social: 
Para el italiano, la supremacía de una clase social no se deriva directamente de su papel predominante en el proceso productivo, sino que ha de construirse laboriosamente en el terreno cultural y político y se manifiesta como dominación o como hegemonía.
Dicho en una frase, esta vez del pensador italiano Motta:
La hegemonía (…) se basa (…) en un consenso por el cual los subordinados consienten ser gobernados.
Pero los gramscianos no son los únicos que reconocen la importancia de los valores políticos, ideológicos y culturales en la dominación de una clase sobre otra. El analista político ruso Nikolas Stolpkin explica que los medios nos adoctrinan
al imponer valores, conductas, ideas, modas, conceptos, normas, etc., que fundamentalmente habrán de beneficiar intereses particulares de la clase dominante.
En definitiva, la hegemonía es un conjunto de valores, explicaciones y creencias que hacen que las clases dominadas acepten el gobierno de la clase dominante. Se trata de que los de abajo no cuestionen el poder de los de arriba, o que si lo hacen lo hagan de forma muy moderada.

Al principio de este artículo nos preguntábamos cómo es posible que el pueblo español aún no se haya levantado contra el régimen que le miente, le roba y le empobrece. Ya tenemos una respuesta más o menos clara: los aparatos ideológicos del sistema español (medios, escuela, partidos, incluso sindicatos...) del sistema han conseguido mantener el consenso. 

Mediante miles de mensajes, comentarios, mentiras y falacias consiguen hacernos creer no solo que la culpa de la crisis es nuestra (habéis vivido por encima de vuestras posibilidades) o que ha caído del cielo, sino que la solución es la austeridad y la resignación (solución en todo caso para la burguesía, no para nosotros). Ese discurso totalizador se reproduce en las aulas, en la barra del bar, en las conversaciones entre amigos. Así se construye hegemonía.

Y sin embargo parece que nuestro país avanza hacia una crisis hegemónica: los de arriba ya no pueden lograr el consenso de los de abajo. Cada vez los partidos tradicionales pierden más legitimidad, cada vez los medios pierden más credibilidad, cada vez más profesores comienzan a plantear a sus alumnos que esto no es democracia, cada vez surgen más movimientos que ponen en duda los valores dominantes, cada vez vemos más libros y canciones contra el sistema. 

España ha comenzado ya su Transición hacia algo nuevo. Los viejos valores y los partidos tradicionales (PP y PSOE) tardan en desaparecer y parece que lo nuevo aún no termina de surgir. Pero lo importante es que ya existe un "pueblo", un bloque social que comienza a formarse y que plantea su oposición a "los de arriba". Los subordinados españoles ya no consienten ser gobernados por la burguesía y sus políticos.

Hagamos una breve sintesis para finalizar:
  • No nos gobiernan únicamente por la fuerza, sino también por las ideas y la cultura. El poder es como un centauro: tiene su parte animal (la fuerza) y su parte humana (la hegemonía)
  • Los intelectuales orgánicos se encargan de organizar y garantizar la dominación de una clase. Son desde políticos hasta poetas, pasando por jefes militares y presentadores televisivos.
  • La ideología dominante se difunde desde los aparatos ideológicos del Estado (Iglesia, Familia, Escuela, Medios, Cultura, Sindicatos, Partidos, Poder jurídico)
  • La hegemonía es un conjunto de percepcionesexplicacionesvalores y creencias que una clase consciente intenta hacer universales para presentarlos como  beneficiosos para todos.


Para saber más sobre la teoría de Gramsci click aquí.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Teoría y práctica

A menudo se nos presenta la filosofía como algo aburrido y complejo. Nos hacen creer que un filósofo es un tipo que se pasa el día meditando mientras se acaricia la barba y que escribe libros infumables que a su vez solo pueden ser comprendidos por otros eruditos. En la época del comunista italiano Antonio Gramsci ocurría lo mismo: la gente de a pie creía que la filosofía estaba reservada para los estudiosos y los viejos sabios. Gramsci, que entre otras cosas era filósofo, se rebeló contra esta situación y dijo lo siguiente:
"Hay que destruir el prejuicio, muy difundido, de que la filosofía es algo muy difícil por el hecho de ser la actividad intelectual propia de una determinada categoría de científicos especialistas o de filósofos profesionales y sistemáticos. Por consiguiente, hay que empezar demostrando que todos los hombres son filósofos."
Todos los hombres, a su manera, son filósofos en tanto meditan sobre problemas fundamentales. Cuando una señora está sentada esperando el autobús y se pregunta por qué el mundo es como es, está siendo filosofa. Cuando unos jóvenes se ponen a charlar, en medio de un parque, sobre el significado de la vida y de la muerte, están siendo filósofos. 

Y sin embargo, no es a este tipo de filosofía a la que se refería Gramsci. El revolucionario italiano era marxista, y por tanto creía en lo que se ha venido a denominar filosofía de la praxis. Filosofía de la práctica. No se trata de un modo de pensar que busque darle interminables vueltas a eternos problemas. No se trata de tumbarse en un diván a reflexionar sobre si Dios existe o no, siempre especulando y construyendo castillos en el aire. No se trata de reflexionar sobre la moral contemporánea mientras tomas un café y analizas las ideas que reinan en la actualidad. No. Todo eso se lo dejaremos a los filósofos que solo se entienden entre ellos y que están totalmente desvinculados de la vida real, por muy interesantes que puedan ser a veces sus reflexiones.

El pensamiento materialista y el pensamiento idealista
En el lenguaje cotidiano ser materialista significa sentir un especial aprecio por las cosas materiales. Se utiliza como adjetivo despectivo contra quienes creen que la felicidad proviene especialmente de la compra de bienes y servicios, especialmente los de lujo. En cuanto a ser idealista, a menudo se define como ser una persona que cree en unos ideales utópicos y que se deja llevar por ellos sin tener en cuenta la realidad.

Le pediré al lector que deje de lado ambas concepciones. Para comprender la relación entre teoría y práctica debemos antes comprender el materialismo y el idealismo. Nuestras concepciones de ambos conceptos están muy lejos de las que he descrito más arriba, tal y como lo vamos a ver de inmediato.

En el mundo existen dos tipos de pensadores: los materialistas y los idealistas. Los primeros consideran que es lo material lo que determina lo espiritual y los segundos consideran que es lo espiritual lo que determina lo material. Los materialistas creen que el Hombre creó a Dios y los idealistas creen que Dios creó al Hombre. Los materialistas creen que la economía en última instancia determina la ideología, la estructura política, la religión... y los idealistas creen que son las ideas las que producen los cambios económicos. Por ejemplo, Max Weber consideraba que el protestantismo era una de las principales causas de la aparición del capitalismo. A eso los materialistas respondemos que el protestantismo es sencillamente la consecuencia de la introducción del capitalismo, y que a la vez esta forma de pensar acelera el desarrollo económico del sistema.

Karl Marx dijo: "No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia." Es decir, que es la realidad material (económica, social, familiar...) la que determina el pensamiento. No entendamos esto de un modo mecanicista; no queremos decir que a tal situación material corresponda obligatoriamente una situación ideológica/espiritual. El mundo de las ideas también interviene en lo material, además de ser muy complejo y estar determinado por millones de situaciones y hechos que dificilmente podríamos estudiar totalmente.

A los idealistas deberíamos preguntarles de dónde provienen las ideas. ¿Caen del cielo? ¿las pone Dios en nosotros? A menudo oímos en ciertos círculos que los alemanes son expansionistas por naturaleza, y esa sería la causa su actitud reciente hacia el resto del continente europeo. Los materialistas replicamos que esto se debe sencillamente a que la economía alemana está enfocada hacia afuera, hacia las exportaciones. También creen algunos estadounidenses que son el pueblo elegido por algún tipo de ser todopoderoso y que por eso tienen el papel de expandirse. Nada de eso; las políticas imperialistas de EEUU se deben a sus necesidades económicas. Algo parecido pasaba con el Imperio Romano.

Hay muchas personas que no son ni idealistas ni materialistas, sino que dependiendo de una situación u otra adoptan una de las dos posturas.

En definitiva y para resumir:
  • Los materialistas consideramos que la materia existe más allá del pensamiento y que las ideas provienen, en última instancia, de la realidad material. (Ejemplo: fue el hombre quien creó a Dios)
  • Los idealistas consideran que es el pensamiento el que crea la materia, y que esta no necesariamente existe sino que es posible que sea producto de la imaginación. Creen que las ideas (que no se sabe de dónde vienen) son el motor de la Historia. (Ejemplo: las ideas protestantes crearon el capitalismo)
La relación entre la teoría y la práctica
"Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo." ¿A qué se refería exactamente Karl Marx cuando pronunció esa frase? ¿Quiso decir que había que centrarse en transformar el mundo y dejar de interpretar su funcionamiento? ¿Pretendía dejar de lado la teoría y centrarse en la práctica?

Nada de eso. En esta famosa consigna no se encuentra un desprecio por la teoría ni un especial amor por la práctica, sino la unión de ambas. Se trata de no limitarse a la teoría dejando de lado la práctica. Y no solo eso; se trata de someter la teoría a la práctica. ¿Y para qué poner la teoría -las ideas- al servicio de la práctica -la acción-? Pues sencillamente para el problema fundamental a la hora de actuar: saber cómo hacerlo de forma correcta. Si quieres que algo te salga bien debes conocer cómo funciona ese algo, y eso sólo es posible si lo pruebas. Si quieres conocer el sabor de una pera tienes que probarla. 

Si quieres saber cómo hacer una revolución tienes que estudiar el mundo que quieres revolucionar. ¿Debe ser violenta o pacífica? ¿Debo unirme a los pequeños empresarios o no? ¿Debo realizar la revolución mediante reformas o derrocando lo existente con un golpe de fuerza? Todas esas preguntas solo pueden ser respondidas estudiando la Historia (es decir, estudiando la práctica de otras épocas), manifestándose y observando el nivel intelectual de las masas, viendo cual es el carácter de los actores políticos contra-revolucionarios... 

Pero dejemos que hable Mao, que se explica mucho mejor que yo:
"Si el hombre quiere obtener éxito en su trabajo, es decir, lograr los resultados esperados, tiene que hacer concordar sus ideas con las leyes del mundo exterior objetivo; si no consigue esto, fracasa en la práctica. Después de sufrir un fracaso, extrae lecciones de él, modifica sus ideas haciéndolas concordar con las leyes del mundo exterior y, de esta manera, puede transformar el fracaso en éxito: he aquí lo que se quiere decir con "el fracaso es madre del éxito" y "cada fracaso nos hace más listos"
Las ideas correctas provienen de la participación y el estudio del mundo material. Dijimos antes que somos materialistas, y que estudiamos el mundo desde la idea de que lo material precede a lo espiritual (a lo teórico, a las ideas). Por tanto es lógico que creamos que la práctica precede a la teoría. A su vez, probamos la teoría y, en función de los resultados obtenidos la modificamos o la mantenemos. Por ejemplo: existía la teoría, en la URSS, de que el capitalismo en ningún caso puede ser restaurado en un país socialista. Al ver que esto no se cumple en la práctica los comunistas hemos modificado nuestra teoría, que antes era errónea. La relación entre teoría y práctica se materializa en un circulo vicioso tal que este:


La práctica nos lleva a la teoría, que volvemos a llevar a la práctica, con lo cual modificamos la teoría, y de nuevo volvemos a la práctica... y asi ad infinitum. No existe otra forma de construir una teoría efectiva y que funcione.

Por tanto para tener una teoría correcta sobre algo que se quiere cambiar antes hay que participar en ello. Debemos partir siempre de la base del conocimiento científico del mundo, y de ahí extraer una teoría correcta y realista. Por eso dijo Lenin que "no hay teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria". Por eso dijo Rosa Luxemburgo que "toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento científico." Antes de aclarar todo esto con ejemplos pondré otra cita de Mao:
"El que sea verdad o no un conocimiento o teoría no se determina mediante una apreciación subjetiva, sino mediante los resultados objetivos de la práctica social. El criterio de la verdad no puede ser otro que la práctica social."
Algo no es cierto porque tú creas que es cierto. Algo es cierto si se confirma en la práctica, en lo real. Por ejemplo, el que tú creas que mañana va a llover no significa que mañana va a llover.  Por mucho que la derecha insista en que la austeridad nos sacará de la crisis, esto no es verdad. Aquí lo importante es lo que acontece en la práctica, en la realidad material, no lo que alguien piensa o dice. 

Quizás el lector esté un poco perdido. Veamos algunos ejemplos sobre la relación entre la teoría y la práctica.

Imaginemos que estamos en un grupo de chicos y queremos ligar con chicas. ¿Cómo podemos seducirlas? Algunos tienen ya una teoría sobre cómo ligar, gracias a un amigo que hace unos años ligó. Así que vamos a la discoteca y ponemos en práctica la teoría de nuestro amigo. ¡Pero todos fracasamos! ¿Porqué? Porque hemos utilizado una teoría -la de nuestro amigo- que no se corresponde con la realidad material. Hemos utilizado una teoría que ya no nos sirve, se ha quedado anticuada. Es que las chicas ya no son como hace unos años. Así que sencillamente volvemos a la discoteca y probamos diversos métodos de ligar. Al día siguiente volvemos a intentarlo, esta vez con las nuevas enseñanzas que la práctica nos ha brindado. Ahora algunos ligan. Un año después de ir día tras día de fiesta para ensayar el arte de la seducción, todos ligamos con facilidad. ¿Qué ha ocurrido? Hemos construido una teoría sobre cómo ligar basada en la práctica constante, y que por tanto funciona. (No se me ocurre mejor momento para recordar aquel amigo que con 15 años nos dice con aire de superioridad que a ligar se aprende ligando. ¡Tenía razón!)

Traslademos esto a la revolución, un ejemplo mucho más complejo. Imaginemos que estamos en un grupo de revolucionarios y que queremos, obviamente, hacer una revolución. ¿Cómo podríamos? Uno de nosotros dice que ya tenemos la teoría correcta: la de Lenin y los bolcheviques. Esa revolución triunfó antes y  por lo tanto no hay motivo para que no triunfe ahora. Así que hacemos una revolución como Lenin, pero fracasa. ¿Porqué? Porque hemos utilizado una teoría que corresponde a la práctica de la Rusia de 1917, ¡y estamos en la España de 2013! Las condiciones materiales han cambiado, y como dijo Karl Liebknecht, "si las condiciones cambian en 24 horas hay que cambiar la táctica en 24 horas". Tras una nueva reunión decidimos sacar lo bueno de Lenin y tirar lo que no nos sirva, participar en las movilizaciones, estudiar lo que pasa en países hermanos como Grecia, analizar la actitud y la evolución de las masas, crear medios alternativos en Internet, promover el internacionalismo, rechazar el reformismo y el izquierdismo, reconstruir un Partido Comunista acorde a nuestros tiempos y, en definitiva, hacer un análisis concreto de la situación. Esto no nos asegura la victoria (influyen tantos factores que daría para escribir un libro), pero sin duda es el único modo de lograrla. El revolucionario debe huir de los dogmas y analizar la realidad (y participar en ella). Según Marx:
"¡en qué grave falta se incurre cuando se quiere volver a imponer a nuestro Partido como dogmas ideas que, si en otro tiempo tuvieron un sentido, hoy ya no son más que topicos en desuso!"
Pese a lo que se dice de nosotros -no sé muy bien por qué- los comunistas somos de todo menos dogmáticos. Nuestro lema es "¡abajo el dogmatismo! ¡viva el análisis concreto de la situación concreta!" No conocemos otra forma de actuar que no sea a partir de una teoría sacada de la práctica. Desechamos cualquier teoría anticuada y que no sirva para la práctica, sea de Marx, de Lenin o de quien sea.

Veamos un último ejemplo. Yo tengo un blog, y deseo que mis lectores comprendan con facilidad lo que escribo. Así que decido escribir como Lenin. Yo entiendo a Lenin y tengo la teoría de que mis lectores también. Pero comienzo a recibir mensajes de lectores que dicen no entender casi nada de lo que escribo. La práctica ha desmentido mi teoría. Así que cambio la teoría, y comienzo a escribir todo con un lenguaje común y con muchos ejemplos cotidianos al alcance de todos. Ahora sí que los lectores me entienden. He conseguido mi objetivo -que mis lectores comprendan con facilidad lo que escribo- adaptando mi teoría a la práctica. Si de pronto me empezasen a leer personas de 13 años tendría que adaptarme a la nueva realidad y modificar mi forma de escribir una vez más. Es tan sencillo como aprender de los errores. "El error es la madre del éxito si aprendemos de él".

Resumiendo:

  • El objetivo de los marxistas no es simplemente conocer el mundo, sino también transformarlo. Por eso Gramsci llamaba al marxismo filosofía de la praxis.
  • Para lograr una teoría transformadora correcta debemos estudiar y participar en la práctica. "Si quieres conocer el sabor de una pera debes darle un mordisco" (Mao)
  • La teoría está subordinada a la práctica. Las ideas correctas provienen de la práctica social. Para saber cómo ligar debes ir a practicar el arte de la seducción, para saber cómo hacer una revolución debes practicar el arte de la revolución etc.
  • El marxismo es antidogmático: niega toda idea que no sirva para la práctica, para la transformación del mundo.
Practicismo y teoricismo
No todos los comunistas comprenden bien la relación entre teoría y práctica. Y la consecuencia de esto, entre otras muchas cosas, es que a veces actúen de forma contraproductiva. Para finalizar el artículo hablaremos de los practicistas y de los teoricistas.

Los practicistas sienten una especie de amor por la práctica. Creen que lo importante es actuar, actuar y actuar. Huyen de la teoría como de la peste. La mejor forma de hacer algo es haciéndolo sin rodeos, dicen. Están siempre en primera línea en manifestaciones, huelgas y barricadas, pero olvidan la importancia de la teoría. Admiran los movimientos espontáneos, ya que lo importante es el movimiento, no enfrascarse en luchas ideológicas. 

En 1902 Lenin tuvo un enfrentamiento teórico con algunos comunistas rusos que hacían un culto a la espontaneidad. El líder bolchevique explicó que era una tarea fundamental combatir contra quienes no le dan importancia a la teoría, ya que la conciencia de clase solo puede ser traída desde fuera (no cae del cielo).

"Nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia [de los comunistas], consiste en combatir la espontaneidad, en apartar el movimiento obrero de este afán espontáneo del tradeunionismo [lucha por mejoras económicas], que tiende a cobijarse bajo el ala de la burguesía, y enrolarlo bajo el ala de la socialdemocracia revolucionaria. La frase de los autores de la carta "economista", de que ningún esfuerzo de los ideólogos más inspirados podrá desviar el movimiento obrero del camino determinado pro la interacción de los elementos materiales y el medio material equivale plenamente, por tanto, a renunciar al socialismo."
Dejar a un lado la teoría y alabar la práctica por la práctica equivale a renunciar al socialismo. Y no solo eso: si dejamos que los movimientos espontáneos vayan "por libre", sin influencia de los comunistas, abrazarán necesariamente la ideología burguesa:
"Pero, preguntará el lector: ¿por qué el movimiento espontáneo, el movimiento por la línea de la menor resistencia, conduce precisamente al predominio de la ideología burguesa? Por la sencilla razón de que la ideología burguesa es, por su origen, mucho más antigua que la ideología socialista, porque su elaboración es más completa y porque posee medios de difusión incomparablemente mayores"
La práctica espontánea, como puede ser una huelga o una acampada basada en la desobediencia civil, no conduce necesariamente a una teoría revolucionaria. Sin un Partido que extienda la conciencia revolucionaria no habrá revolucionarios. Las ideas, recordemos, no caen del cielo. Los practicistas caen en un tremendo error cuando menosprecian la teoría y se entregan de lleno a la práctica.

Luego están los teoricistas, que vienen a ser algo así como comunistas que sienten amor por la teoría y que están desvinculados de la práctica. Conocen los libros de Marx, Engels y Lenin de memoria pero no sabrían aplicarlos a la práctica. No tienen la capacidad de analizar la realidad y suelen caer en el sectarismo: creen que sólo ellos tienen razón y replican a todo con citas de autores marxistas del siglo pasado. Practican algo así como un culto a los libros. Alan Woods, marxista estadounidense, les compara con aquel que sabe cómo nadar pero que no nadará jamás: 
El sectario es como un hombre que quiere aprender a nadar leyendo libros de natación. Aprende de memoria todo sobre el estilo y puede dar una lección completa sobre el arte de la natación, con diagramas sobre anatomía, ecuaciones sobre la resistencia al agua, un termómetro para medir la temperatura correcta del agua, etc. pero cuando llega el momento de sumergirse siente un repentino rechazo, se queja de que el agua está demasiado fría, las condiciones no son las correctas y cientos de razones más le impiden nadar. 
Sin embargo, cuando este hombre ve a otro que realmente está nadando en el agua, su indignación no conoce límites: “¡Esto es intolerable! Ese hombre está utilizando un estilo equivocado, no debería nadar. Yo debería estar en su lugar. Estoy seguro de que yo lo podría hacer mucho mejor —¡sólo con que pudiera mantenerme en el agua!—.” Por supuesto, estas personas nunca aprenderán a nadar de verdad.

 ¿Para qué nos sirve una teoría desvinculada de la práctica? ¡Para absolutamente nada!

Lenin, en un escrito de 1920 (Tareas de la juventud comunista), hace una crítica parecida contra los teoricistas que aprenden libros de memoria pero que están desarmados frente a la práctica.
Uno de los mayores males y calamidades que nos ha dejado en herencia la antigua sociedad capitalista, es un completo divorcio entre el libro y la vida práctica, pues teníamos libros en los que todo estaba expuesto en forma perfecta, pero en la mayoría de los casos no eran sino una repugnante e hipócrita mentira, que nos pintaba un cuadro falso de la sociedad capitalista. 
Por eso, sería una gran equivocación limitarse a aprender el comunismo simplemente de lo que dicen los libros. Nuestros discursos y artículos de ahora no son simple repetición de lo que antes se ha dicho sobre el comunismo, porque están ligados a nuestro trabajo cotidiano en todos los terrenos. Sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libresco del comunismo, adquirido en folletos y obras comunistas, no tiene absolutamente ningún valor, porque no haría más que continuar el antiguo divorcio entre la teoría y la práctica, que era el más nocivo rasgo de la vieja sociedad burguesa.
Los que practican el culto a los libros, a la teoría, no pueden en ningún momento hacerse llamar comunistas. 

Las ideas correctas vienen de la práctica, no de los libros. Otra cosa es que la teoría marxista del siglo XX o del siglo XIX pueda, en mayor o menor medida, ser actual. En ese caso la utilizaremos para cumplir nuestra tarea histórica: la revolución socialista, la construcción de una democracia real. Pero si la teoría está anticuada entonces la tiramos a la basura sin dudarlo. No podemos enfrascarnos en viejos dogmas mientras el mundo agoniza.

Comprender la relación entre teoría y práctica es fundamental para todo revolucionario.

Para complementar este artículo le recomiendo al lector dos sencillos y básicos escritos de Mao:  Sobre la práctica y ¿De dónde vienen la ideas correctas?






lunes, 25 de marzo de 2013

¿Qué es la dictadura del proletariado y por qué es necesaria?


Sólo con leer el título de este artículo el lector probablemente se haya horrorizado. Es posible que ahora se encuentre tan confuso como indignado. ¿Cómo va a ser necesaria una dictadura? ¿No tuvimos suficiente con 40 años de franquismo que los comunistas quieren quitarnos la poca democracia de la que gozamos? Y sobretodo, ¿porqué habla del proletariado, si este ya no existe? "Que no estamos en el siglo XIX, hombre". Y encima voy y pongo una imagen en la que aparecen mujeres armadas, haciendo clara apología a la violencia. 

Estos comunistas todo lo hacemos mal, hablar de dictaduras está feo, no es comercial. Alguno no querrá ni seguir leyendo. Paciencia: vayamos por partes y expliquemos qué es la dictadura del proletariado y porqué es necesaria. Luego ya que el lector saque sus propias conclusiones.

1- ¿Qué es una dictadura?
A menudo cuando evocamos el término 'dictadura' nos referimos a regímenes en los cuales no hay libertades ni se respetan los derechos humanos. Se trata de países sin elecciones en los cuales el disidente está perseguido a diario. La España de Franco (1939-1975) sería un buen ejemplo de dictadura para la mayoría de la gente.

Los marxistas tenemos otro enfoque en cuando a la definición de dictadura, muy distinto del que acabo de exponer. Dicho esto, por supuesto que somos conscientes de que no es lo mismo un país con elecciones y ciertas libertades que un régimen autoritario. Distinguimos perfectamente entre la España de Franco y la de Rajoy, que no son sistemas políticos iguales aunque se les intenten sacar parecidos (que los hay). Los marxistas, como iba diciendo, vemos la política partiendo de la base de que existen diferentes clases sociales y que estas tienen intereses a menudo opuestos, y es de ahí de donde sacamos nuestra visión de lo que es una dictadura y lo que es una democracia. Pero si vamos a tomar como base para nuestro análisis la lucha entre clases sociales antes habrá que definir qué son exactamente las clases.

Cuando hablamos de clases sociales no nos referimos a pobres y ricos, ni a la clase baja y la clase media, sino a los grupos de personas que se distinguen por su posición en el sistema de producción y que tienen intereses distintos. Hablamos, en la sociedad capitalista, de la lucha existente entre el proletariado (los trabajadores, que no tenemos medios de producción y nos vemos obligados a vender nuestras capacidades laborales al mejor postor) y la burguesía (que posee bancos, grandes empresas, fuentes de materias primas...). El proletariado trabaja para la burguesía, que le entrega un salario para que pueda sobrevivir. También existen otras dos clases "secundarias" que no vamos a tratar: la pequeña burguesía (pequeños empresarios) y el lumpenproletariado (personas marginadas, como un mendigo o una prostituta). El revolucionario ruso Vladimir 'Lenin' explica así lo que son las clases: 
«Las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social, históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran respecto a los medios de producción (relaciones que en gran parte quedan establecidas y formalizadas en las leyes), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, consiguienternente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo del otro, por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social» 
Sé que al lector les parecerán términos anticuados y poco familiares, y también sé que no se suele hablar de burguesía o de proletariado en los medios de comunicación, pero son los que tenemos para analizar la sociedad y son los que voy a utilizar.

Toda sociedad en la que persistan las clases sociales es una dictadura de una clase sobre otra. ¿Entonces la España de hoy en día es una dictadura? ¿La España de hoy en día es tan dictatorial como la de Franco? Los marxistas respondemos afirmativamente a ambas preguntas. Ambos regímenes son dictaduras de la burguesía (recordemos: bancos, oligarcas, grandes empresarios...) sobre los trabajadores. Es decir: la burguesía tiene el poder y lo utiliza para satisfacer sus necesidades de clase para desgracia de los trabajadores. 

La España de hoy en día puede permitirse formas democráticas: elecciones cada cuatro años, cierta pluralidad informativa, cierta libertad de expresión... a diferencia de lo que pasó en 1936, cuando llegó al poder un partido de izquierdas (el Frente Popular) y la burguesía se vio obligada a dar un golpe de Estado para controlar la situación. Lo mismo vimos en Chile en 1973 o en Venezuela en 2002: cuando llega al poder un partido que no se somete a la burguesía esta pone en marcha un golpe e intenta implantar una dictadura represora. Así que si bien todo sistema de clases es siempre una dictadura, en algunas circunstancias se pueden tolerar formas pseudodemocráticas y libres. Distinguimos entre las dictaduras disfrazadas (la España de hoy) y las dictaduras abiertas (la España de Franco). Pero tranquilos: mientras nos sometamos gustosos y sigamos votando a partidos del sistema (PSOE, PP, UPyD...) no será necesaria ninguna dictadura abierta.

En 1919 Lenin escribió la tesis sobre lo que era la dictadura burguesa y lo que era la dictadura del proletariado. Allí dejó una frase, medio copiada al filósofo alemán F.Engels, que merece la pena analizar:
«incluso en las repúblicas más libres hay una dictadura de la burguesía»
Pero, ¿cómo puede ser esto? ¿cómo una república libre puede ser a la vez una dictadura? Lenin se refería aquí a los dos sistemas más "democráticos" de la época: EEUU y Suiza. Explicó que incluso en esos países se producían matanzas contra los obreros que osaban rebelarse, que los huelguistas eran satanizados por la prensa y que allí el parlamento no respondía a la voluntad general sino a la voluntad de banqueros, terratenientes y monopolistas. ¡Anda, igual que ahora! Solo que como hoy en día apenas osamos rebelarnos el Estado se limita a mandar a los antidisturbios para "mantener el orden público". El orden burgués, diría yo. En cuanto al parlamento, ¿acaso alguien duda de que no representa la voluntad popular sino la de los banqueros y la patronal? Tanto PP como PSOE salvan bancos, se someten a ellos y redactan reformas laborales que benefician al patrón y no al trabajador. ¿No es eso una dictadura, al fin y al cabo? Una dictadura disfrazada, claro, una dictadura de una clase (la burguesía) sobre otra (los trabajadores y sus hijos). Lenin dice, con respecto al parlamento burgués:
«Marx ya demostró (...) el carácter explotador de la democracia burguesa y del parlamentarismo burgués bajo los cuales las clases oprimidas tienen el derecho de decidir una vez cada determinado número de años qué miembros de las clases poseedoras han de "representar y aplastar" al pueblo en el Parlamento.»
Decidir cada cuatro años quién nos aplasta. De eso se trata. ¿Es eso democracia para todos? Quizás sea democracia para el banquero que financia partidos y medios de comunicación, convenciendo así al trabajador de que vote a los partidos del régimen, dado que decide con comodidad sobre los asuntos políticos. Pero para mí, trabajador, esto no es una democracia. ¿Qué poder tengo yo? Ninguno. La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) ha hecho llegar al parlamento español una propuesta de ley -firmada por un millón y medio de personas- contraria a los intereses de los bancos y que, por supuesto, no va a aprobarse jamás. Vale más el poder del dictador banquero que el de millones de trabajadores. Y con esto queremos decir que existe democracia para la burguesía, que acumula un poder que apenas intuimos, pero dictadura para los trabajadores.

Por supuesto que no todo lo que se hace en el Parlamento está controlado por la burguesía. Hablamos de temas y leyes socioeconómicas que se desarrollan en interés de una clase o de otra. ¿Qué le importa al dirigente patronal que se apruebe la ley del matrimonio homosexual o que los catalanes estudien en castellano? Más bien poco. Además, la burguesía puede permitir algunas leyes que vayan contra sus intereses en caso de que los trabajadores que las reclaman tengan suficiente poder. A veces es mejor embaucar al proletariado con reformas y  mantener el consenso social que provocar un levantamiento. No siempre es productivo sacar los tanques a la calle, de hecho es algo que ocurre en contadas ocasiones y en circunstancias muy especiales.

No podemos entender la noción de dictadura al margen de las clases sociales. Hay una dictadura, sí ¿pero para quién? También hay democracia pero, ¿para quién?. En nuestras sociedades hay democracia para los de arriba y dictadura para los de abajo. El Estado tiene pues una doble función: reprimir a los trabajadores y complacer a los capitalistas. Tal es la imagen que proyectan las leyes que emanan del parlamento. Por tanto el sistema es dictatorial, pero sólo para algunos, y democrático, pero sólo para algunos.

Es obvio que un Gobierno, en un país capitalista, por muy libre que este sea, debe elegir entre gobernar para unos o para otros: no puedes obrar a gusto de todos en una sociedad en la que hay distintos intereses económicos. O gobiernas para una clase o gobiernas para otra. O inviertes en sanidad o privatizas, o rescatas gente o rescatas bancos, o reprimes al trabajador o reprimes al patrón... Por eso los marxistas decimos que las sociedades de clases son dictaduras siempre, una vez más explicitas y otras menos. 

¿Y cómo se llevan a cabo estas dictaduras? Pues con represión policial (hoy poca, dado que la protesta es aún débil), con medios de comunicación que nos someten ideológicamente, controlando el Parlamento etc. Las formas dependen de la situación concreta. Durante una huelga pueden bastar unos cuantos porrazos para evitar piquetes, pero si los trabajadores se organizan y realmente amenazan con tomar el poder entonces es hora de sacar los tanques a la calle. Si los trabajadores votan a partidos burgueses (partidos que legislan a favor de la burguesía) se pueden tolerar las elecciones, pero si estos toman conciencia y votan a partidos proletarios (o al menos a partidos de izquierdas que busquen ciertas mejoras importantes para el proletariado) entonces la burguesía mueve sus hilos y rápidamente se decanta por suprimir las elecciones y establecer una dictadura de corte militar. Ejemplos históricos tenemos de sobra, en todos los continentes y para todos los gustos.

Resumiendo: 
  • Las clases sociales se definen no por su riqueza o por su estilo de vida sino por su posición en el sistema de producción. Hoy, en las sociedades capitalistas, distinguimos principalmente al proletariado (trabajadores) y a la burguesía (banqueros, terratenientes, monopolistas...)
  • Toda sociedad en la que coexisten clases sociales es una dictadura de una clase sobre otra. A veces esta dictadura es abierta y se percibe fácilmente (España de Franco) y otras es una dictadura disfrazada y que cuesta percibir (España de hoy).
  • Para ejercer su dominio, la clase dominante utiliza instituciones represoras (policía, dado el caso ejército...), medios de comunicación y órganos donde se toman decisiones vinculantes (parlamento, Gobierno...).

2- ¿Qué es la dictadura del proletariado? ¿para qué sirve?
Hemos dicho que todos los sistemas en los que persisten clases sociales son dictaduras de una clase sobre otra. Por ejemplo, en el feudalismo los terratenientes ejercían una dictadura (a veces más agresiva y a veces más "democrática") sobre el campesinado. Hoy en día es la burguesía (banqueros, grandes empresarios...) quien ejerce una dictadura -más o menos pacífica y disimulada- sobre el proletariado (los trabajadores, entre los cuales existen diferencias significativas en lo que a nivel socioeconómico se refiere). O sea, que vivimos en una dictadura burguesa.

El lector habrá deducido sin mucha dificultad que la dictadura del proletariado debe ser algo así como lo contrario de la dictadura de la burguesía: la opresión de los trabajadores hacia la burguesía. De primeras suena absurdo: ¿cómo y para qué ibamos a querer ejercer una dictadura sobre la burguesía? ¿pretendemos acaso poner a trabajar a esa pequeña clase social para nosotros tal y como hacen ellos con los trabajadores? Evidentemente no.

Históricamente toda clase social se ve obligada a hacer una revolución cuando el sistema económico no se haya acorde a sus intereses. La burguesía hizo su revolución cuando el feudalismo le impedía desarrollarse. Tuvo que romper con los privilegios feudales, dejar a los trabajadores "libres" para que pudieran ser contratados libremente por el capitalista, construir Estados nacionales sin aduanas incómodas y con idiomas únicos que permitiesen liberar el comercio y hacerlo más fácil etc. En cuanto al proletariado, hace su revolución cuando percibe que es absurdo estar trabajando para que otros se enriquezcan y que una sociedad en la que mandan los bancos y los grandes empresarios no puede ser democrática.

Pero una revolución no es algo sencillo ni pacífico. Es un levantamiento por el cual una clase social derroca a otra. ¿Y qué ocurre cuando la clase oprimida llega al poder? Que se convierte en clase opresora, al menos durante un tiempo. La burguesía formó vastos ejércitos para luchar contra la reacción feudal y para perseguir a sus enemigos. Los reyes, la nobleza y los terratenientes a menudo lucharon ferozmente contra las revoluciones burguesas, como es lógico. El proletariado deberá hacer su propia "tarea histórica": luchar con firmeza contra la  burguesía y tomar el poder político. Una vez en el poder, implantará una dictadura sobre la burguesía agonizante para evitar que esta renazca de sus cenizas. Marx lo explica así:

“El armamento de todo el proletariado con fusiles, cañones y municiones debe ser realizado en el acto; necesitamos prevenir el resurgimiento de la vieja milicia burguesa, cosa que ha sido siempre hecha contra los trabajadores”
Dicho de otro modo: cuando realizan la revolución los trabajadores deben armarse y reprimir cualquier movimiento que pueda representar la vuelta de la burguesía al poder. Por ejemplo, el nuevo poder deberá ser dictatorial contra asociaciones contra-revolucionarias financiadas por potencias como EEUU. Pero a la vez será conciliador y pacífico con movimientos sociales disidentes, siempre que estos no pretendan la vuelta del capitalismo. ¡Es el mundo al revés! Marx sintetiza esta idea con este famoso extracto de su obra Crítica del programa de Gotha
"Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”
Entre tanto los revolucionarios crean nuevas formas de organización económica y política, como empresas socialistas, granjas colectivas o asambleas en los barrios. Esta es una de las características de la dictadura del proletariado. 

"La revolución proletaria, dice Lenin, es imposible sin la destrucción violenta de la máquina del Estado burgués y sin su sustitución por una máquina nueva" 

Esta forma de organización social y política en la cual los trabajadores unidos y organizados ejercen una dictadura contra la clase derrotada es de todo menos pacífica. Demos de nuevo la palabra al revolucionario ruso 'Lenin', que vivió la dictadura del proletariado en primera persona:
"La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada por su derrocamiento... La dictadura del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad"
Querido lector, no te eches las manos a la cabeza. Una revolución no es un juego ni algo romántico, sino una guerra a muerte entre dos clases que se disputan el poder político. La burguesía tampoco tuvo inconvenientes en usar métodos despiadados y sangrientos para conquistar el poder. 

Igual que los ejércitos burgueses fueron fundamentales para mantener a su clase en el poder, así lo será el 'ejército socialista'. Así se expresa el comunista italiano Antonio Gramsci al respecto:
"La dictadura del proletariado debe, por propia necesidad de vida y de desarrollo, asumir un acentuado carácter militar. Por eso el problema del ejército socialista pasa a ser uno de los más esenciales a resolver; y se hace urgente en este periodo prerrevolucionario tratar de destruir las sedimentaciones del prejuicio determinado por la pasada propaganda socialista contra todas las formas de la dominación burguesa."
Se trata de destruir los prejuicios pacifistas y reformistas para hacer posible la revolución, que será violenta pese a quien le pese. Gramsci añade además que la dictadura del proletariado debe realizarse en un contexto disciplinado y con dirigentes firmes:
"Las condiciones reales objetivas en que se ejercerá la dictadura del proletariado serán condiciones de un tremendo desorden, de una espantosa indisciplina. Se hace necesaria la organización de un Estado socialista sumamente firme, que ponga fin lo antes posible a la disolución y la indisciplina, que devuelva una forma concreta al cuerpo social, que defienda la revolución de las agresiones externas y las rebeliones internas."
Esta es la cruda y fría realidad, querido lector. A nadie le gusta la violencia, pero esta es necesaria en ciertos contextos. No podemos esperar que la burguesía, una vez derrotada, se someta pacíficamente y no luche por recuperar su dominio. ¿Alguien se imagina a Emilio Botín aceptando trabajar para el Gobierno revolucionario? No nos podemos permitir pecar de ingenuos en una labor tan crucial como una revolución. No podemos esperar que las potencias imperialistas (como EEUU o Alemania) se queden de brazos cruzados mientras los trabajadores toman el poder en cualquier parte del mundo. Si ni siquiera pueden tolerar la llegada al poder de presidentes reformistas como Chávez o Allende, imaginen lo que harían contra una revolución. 

Los campesinos y los trabajadores rusos debieron aprender a manejar las armas de inmediato para defenderse de los zaristas y de las agresiones de Europa y de Japón. Si hubiesen optado por la vía pacífica jamás habría nacido la URSS. 

Para concluir este punto es necesario volver a recurrir a Lenin, quien en su artículo de 1916 El programa militar de la revolución proletaria escribe lo siguiente:
"Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida sólo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases -ya se funde en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado-, la clase opresora está armada. (...) Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas."
3- La dictadura del proletariado es la máxima expresión de la democracia
En principio suena contradictorio que una dictadura pueda ser a la vez una democracia. Sin embargo, ya hemos visto que el sistema capitalista es una dictadura para los trabajadores pero una democracia para la burguesía. Esto significa que las instituciones represoras del Estado (parlamento, policía, ejército, tribunales, Gobierno...) se muestran comprensivas y más o menos sumisas ante la burguesía, pero dictatoriales y despóticas ante los trabajadores. Creo que esto, sin ser algo absoluto, está a la vista de todos.

Pues bien; con la dictadura del proletariado se le da la vuelta a la tortilla. Las instituciones represoras del Estado pasan a ser democráticas para los trabajadores y dictatoriales para la burguesía. En las escuelas se promueven ideas acordes al sistema socialista (solidaridad, ciencia, pensamiento crítico...) en lugar de adoctrinar en la competencia y la ignorancia. La policía sigue siendo un órgano que garantice el orden público, solo que ya no actúa como institución represora contra los trabajadores. El parlamento se llena de representantes de la clase trabajadora y no de la burguesía (a la que en todo caso se le niega el derecho de voto). Se crean múltiples asambleas en las universidades, en los barrios y en los centros de trabajo (lo que en Rusia se conocieron como soviets). El Ejército socialista defiende a su país de agresiones externas y está al servicio del pueblo, ya no va por el mundo bombardeando en busca de petróleo y gas sino que protege los logros de la revolución. 

Así que la dictadura del proletariado es como un señor que tiene dos cabezas. Una de ellas es agresiva y malhumorada y mira hacia la burguesía y sus siervos. Otra es democrática y agradable y mira hacia los trabajadores y sus hijos.

Un buen ejemplo de dictadura del proletariado, y ya con esto finalizo el artículo, fue la efímera y famosa Comuna de París.  La Comuna se creó en marzo de 1871 cuando el Gobierno francés se trasladó a Versalles asustado por los ataques prusianos y dejó un vacío de poder en la capital. Entonces la Guardia Nacional, una milicia formada principalmente por trabajadores, tomó el poder junto con su clase social y estableció una democracia. Pero no se trataba de una democracia burguesa, en la que en el fondo gobernaban los ricos y sus ideas, sino una democracia obrera. La guillotina fue abolida, se adoptó la bandera roja en lugar de la tricolor, se crearon asambleas locales, se implantó el sufragio universal, todos los funcionarios (policía incluída) eran revocables de sus cargos, se puso fin al trabajo nocturno y se decretó la separación entre la Iglesia y el Estado.

Aún con todos sus problemas, que no eran pocos, les communards (los comuneros) se armaron de valor y resistieron en el poder más de dos meses teniendo enfrente a una potencia militar que no estaba dispuesta a tolerar aquel "experimento". Los parisinos también se armaron, por supuesto, con fusiles y pistolas. "Aux armes, les citoyens!" (¡a las armas, ciudadanos!)  reza la Marsellesa, y no por casualidad: un pueblo armado es un pueblo respetado. Y la dictadura del proletariado requiere del armamento de los trabajadores, que ya no son trabajadores sino ciudadanos, para resistir contra el enemigo. 

Seguro que el lector tiene poco que objetar a este régimen -si acaso su derrota-, que sería profundamente admirado por todos los revolucionarios hasta el día de hoy. Dudo que alguien se atreva a decir que en la Comuna imperaba un orden dictatorial o que impidiese el bienestar general. De hecho, apuesto lo que sea a que el trabajador español medio estaría dispuesto a vivir en un sistema parecido. Pues bien; veamos lo que dice Engels con respecto a la dictadura del proletariado y la Comuna de París:
"Últimamente, las palabras dictadura del proletariado han vuelto a sumir en santo horror al filisteo socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué aspecto presenta esta dictadura? Mirad la Comuna de París: ¡He ahí la dictadura del proletariado!"

domingo, 24 de marzo de 2013

La mujer y el espacio público


Viajo todos los días en tren y últimamente me he estado fijando en algo curioso. Los hombres, prácticamente sin excepción, viajan espatarraos, con las piernas abiertas y cómodos mientras que las mujeres, también prácticamente sin excepción, viajan apretujadas y con las piernas juntitas. ¿Y a qué se debe esto? me pregunté mientras comprobaba que yo también estaba espatarrao para desgracia de mi compañera de viaje. ¿Porqué los hombres ocupamos con tanta arrogancia los asientos del tren? ¿Porqué las mujeres van con las piernas juntas? ¿Es esto una actitud machista o es una tontería sin importancia?

Entonces recordé a una amiga del instituto -que por cierto hace mucho que no veo- que solía sentarse con las piernas abiertas, como si fuese un hombre. Recuerdo que al verla yo pensaba que era una marimacho (una mujer con atributos masculinos) y que era algo que realmente me molestaba. Mi inconsciente masculino se indignaba. ¿Quién coño se cree para ocupar así el espacio público? ¡Siéntate bien, mujer! ¡No ocupes MI espacio!

El lector machista ya estará esbozando una sonrisa irónica pensando en lo absurdo que es siquiera fijarse en cómo las mujeres ocupan o dejan de ocupar el espacio público. La mujer machista dirá que sentarse con las piernas juntitas en el tren es una actitud femenina y que aquí el patriarcado (la dominación masculina) no tiene nada que ver.

Pero antes de nada definamos qué es el espacio público. El mundo se divide en espacios privados y espacios públicos. Los primeros corresponden a lo íntimo, sitios donde estás o sólo o con personas de confianza, donde no hay reconocimiento social. Por ejemplo: la cocina, tu casa... Los segundos son espacios de socialización, donde vas a relacionarte. Por ejemplo: el salón, la plaza del pueblo, el bar... En las sociedades patriarcales (es decir, en las sociedades en las que los hombres acumulan más poder que las mujeres)al hombre le corresponde el espacio público y a la mujer le corresponde el espacio privado. Lo que no quita -lo digo antes de que salte el típico listillo- que un hombre pueda cocinar o que una mujer pueda estar en un espacio público. No se trata tanto de que estén presentes o no -que también-, sino de la manera en qué lo están y de cómo esto se percibe en la sociedad. Vamos con algunos ejemplos que ilustren al lector despistado.

En la película Trouble with the curve -que por cierto es malísima- la protagonista, hija de un famoso ex-jugador de béisbol, va a un bar para pasar el rato tras un duro día de trabajo. Como es una mujer misteriosa, fuerte y atractiva, va y se pone a jugar al billar deleitando al espectador con posturas sensuales. ¡En un bar de hombres, rodeada de tíos! Debe de estar loca. Es la única mujer visible del establecimiento, pues las otras deben de andar escondidas entre las mesas del fondo. No tarda en recibir miradas de curiosidad y otras tantas de interés sexual. Pronto su padre -Clint Eastwood- le pide que se marche, a lo que ella -una chica rebelde- se niega. Un hombretón barbudo y con camisa de cuadros se acerca a ella y le pide -más bien parece que se lo exige- que eche una partida con él. Como es obvio, el hombre intenta ligar con la pobre y ahora no tan fuerte chica y termina por forzarla. "Se lo merece por poner esas posturitas, ¿qué esperaba?". Afortunadamente Clint Eastwood se acaba su cerveza rápido y la salva. Justin Timberlake termina la faena golpeando al tipo. Menos mal que hay hombres de verdad, de los que protegen a las mujercitas de otros hombres. Pero el caso es que la chica aprende la lección: el espacio público -el bar- es de los hombres, y si vas atente a las consecuencias. Listilla.

Veamos otro caso en el que el espacio público es monopolio del hombre.

Si tienes pueblo, puede que comprendas bien el siguiente ejemplo. Me refiero a esos pueblos que parece que siguen en el siglo XIX, no a esos otros que tienen discotecas y supermercados. Yo no tengo pueblo, soy de ciudad y no he tenido la oportunidad de comprobar cómo actúa el machismo en ambientes rurales. Por suerte Pierre Bourdieu si lo tuvo. Él es un sociólogo francés al que admiro profundamente y que murió en 2002, hace tan sólo 11 años. Pero es de esas personas que da igual que mueran porque ya han dejado un legado precioso a la humanidad. El caso es que dos años antes de morir escribió un libro DE OBLIGADA LECTURA títulado "La dominación masculina". 

En esta obra Bourdieu recuerda un episodio que ocurría todos los años en su pueblo durante las matanzas de cerdos. Los hombres, armados con palos y cuchillos y de una forma -imagino- bastante ridícula, perseguían a los cerdos y les mataban para más tarde comerselos. ¿Y para qué cazar un cerdo que tienes en un corral y al que podrías matar tranquilamente? Es que los pueblerinos, nos cuenta el autor, tenían que mostrar su virilidad llevando a cabo un espectáculo en el que se mezclaban la fuerza, la resistencia (aunque dudo que los cerdos sean demasiado rápidos) y la sangre. Mientras, las mujeres miraban. Los hombres traían al cerdo a la plaza pública, donde los niños y las niñas les miraban y admiraban. Algunos iban descamisados mostrando sus musculos y su vello corporal, y los que no participaban eran maricones y no merecían ningún respeto masculino ni ningún interés femenino. Allí, en la plaza del pueblo, estos machotes degollaban al animal y lo llenaban todo de porquería: la sangre, el barro y el sudor chorreaban por el suelo. Alguien tendría que limpiarlo. Mientras, las mujeres aplaudían entusiasmadas en su rincón. A ninguna se le hubiese pasado por la cabeza siquiera preguntar si podía participar en el ritual. Habría quedado como una marimacho que nadie querría follarse y que moriría soltera. Y eso no. 

Una vez que los hombres habían mostrado su virilidad en el espacio público (la plaza), delante de todas y todos, se iban a tomar unas cañas al bar. Tenían que descansar de sus hazañas y refrescarse un poco. Como los sindicalistas al final de las huelgas. Entonces le tocaba a la mujer hacer su trabajo: limpiar la plaza, destripar al cerdo, trozearlo y cocinarlo. Seguro que es una tarea que al lector no le parecerá muy noble. Todo esto se hacía en la intimidad, sin la admiración de nadie y sin reconocimiento social alguno. El hombre demuestra ser un hombre en el espacio público y la mujer demuestra no ser nadie en lo privado. Durante la comida no se habla de lo bien que han fregado la plaza o de lo bien cocinado que está el plato, sino de lo espectacular que fue la "cacería". "Ni que fregar o cocinar fuesen cosas admirables, hombre". A la mujer se le niega el espacio público -no físicamente, claro- y se la relega a lo privado. Se le priva de lo noble y se le otorga lo feo, lo que nadie aprecia. Me recuerda a cuando mi madre me preguntaba si me creo que las tareas del hogar se hacen solas. Es que jamás les había dado importancia a esas tareas -que yo jamás iba a hacer-, sino que prefería admirar al amigo futbolista o al padre fuerte y valiente.

Vamos con el último ejemplo, esta vez mucho más común -prácticamente cotidiano- y abstracto. Hablamos de aquellas situaciones en las que, simplemente, un grupo de chicas y un grupo de chicos se juntan para hablar, comer, o lo que sea. Una reunión de amigos, una quedada en el parque, una charla en los pasillos de la universidad o del trabajo... sencillamente un encuentro rutinario en un espacio público y que no conlleva connotaciones sexuales (como podría ser una fiesta). A no ser que el lector sea un ermitaño o una persona totalmente anti-social, es imposible que no haya vivido una situación así alguna vez.

¿Y qué observamos cuando un grupo de machos se junta con un grupo de hembras en un espacio público? Que los primeros sienten la necesidad de ser protagonistas, de "dar la nota", de llamar la atención. Me comentaba una amiga hace unos meses que ella jamás se emborracharía porque emborracharse y hacer el loco "no es de señoritas". Lo dijo con esas palabras exactas. Esta chica, como imagino que ocurrirá con otras, no desea dar la nota ni ser el centro de atención del grupo (a no ser que este la mire por su atractivo físico). Tengo otra amiga, que es a su vez amiga de la "señorita" de la que acabo de hablar, a la que no le importa en absoluto emborracharse y ser el centro de atención. Entre nosotros solemos comentar que es poco femenina, una "marimacho". 

Las mujeres deben ser tranquilas y no llamar demasiado la atención, a no ser que esta provenga de sus atributos sexuales. La mujer debe ser discreta y relativamente correcta; no meterse en líos en los espacios públicos, no pegarse (¡por Dios!) ni beber más de la cuenta. Si es activa y arrogante entonces deja de ser mujer. El hombre es quien debe sentirse cómodo en los parques, en las aulas y en las reuniones de amigos. Debe demostrar que es activo y no pasivo, que es él quien hace reir y no quien se ríe (el 97% de las bromas entre hombres y mujeres las realiza el hombre), quien toma la iniciativa y decide hacer una locura (como lanzar una botella de cristal a una farola o ponerse a bailar en medio del metro). Parece un escrito de la Falange en los años 1930 pero es la realidad "oculta" de nuestra sociedad patriarcal.

Si el lector ha llegado hasta aquí es posible que esté pensando que todo esto son una sarta de tonterías, de generalizaciones de un feminista extremista que ve machismo donde no lo hay. También es posible -espero que sea el caso mayoritario- que se pare a reflexionar sobre todas esas pequeñas cosas que nos parecen naturales y lógicas pero que ocultan la dominación del hombre sobre la mujer.

Los ejemplos que he puesto no son hechos absolutos. Todos conocemos a una chica que se comporta "como los chicos" y a un chico que se comporta "como las chicas". El tema es muy complejo y daría para escribir un libro más largo que El Capital. Yo me he limitado a esbozar algunas ideas que puedan interesar a quienes creen en la igualdad de género.