Ocurre a menudo que observamos los acontecimientos como cosas aisladas, sin tener en cuenta el entorno en el que se producen. Pareciera que las políticas del gobierno, por ejemplo, deben ser estudiadas sin tener en cuenta la sociedad en la que se aplican. Esto ocurre con la nueva ley contra el aborto, que básicamente permitirá abortar únicamente en casos de violación o de peligro para la salud de la embarazada. Un retroceso histórico que muchos creen que se debe a que tenemos un Gobierno malvado y que nada tiene que ver con nuestro entorno cultural y social.
lunes, 23 de diciembre de 2013
domingo, 22 de diciembre de 2013
El anuncio de Campofrío y la resignación española
Me sorprende mucho el entusiasmo que ha despertado el nuevo anuncio de Campofrío. Bueno, en realidad no me sorprende tanto. Al fin y al cabo se trata de una expresión de la sociedad española, de un reflejo de lo que por desgracia somos. Antes de nada, y para que el lector no se confunda, debo decir que este anuncio me parece una basura. Así que si a ti te ha parecido algo genial y de lo que sentirte orgulloso, y no piensas cambiar de opinión (lo cual sería coherente), puedes dejar de leer aquí mismo.
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Jordi Évole, Ana Pastor y el "periodismo objetivo"
Salvados se ha convertido en un programa tan popular que cuando digo que no me gusta todos me saltan al cuello. "¿Pero cómo no te puede gustar?", "es que tú o es un programa comunista o nada", "el caso es criticar por criticar, sectario". Y claro, algo parecido ocurre con el programa El Objetivo, o más bien con su presentadora Ana Pastor. A todos les gusta. A los de izquierdas, a los de derechas, a los de centroizquierda, a los de centroderecha. Todos, por una vez, se ponen de acuerdo en algo: Ana Pastor es una periodista genial, que "se mete con todo el mundo, sea de la ideología que sea" y que encima es muy buena entrevistando.
Jordi Evole (protagonista del programa Salvados) y su colega Ana Pastor se han convertido en vacas sagradas: son prácticamente incuestionables, te tienen que gustar sí o sí y si no es que eres un sectario o peor aún: un comunista resentido y malvado que lo crítica todo y a todos.
domingo, 24 de noviembre de 2013
Zapatero, el capitalismo y la democracia
La portada del diario El País de hoy da la razón al marxismo. Sí, como lo oyen; ese periódico de centroizquierda (y en algunos temas claramente de derechas) ha corroborado una de las principales tesis comunistas: el capitalismo es en realidad una dictadura. Seguramente los redactores no lo han hecho aposta, claro, pero el caso es que lo han hecho. Y si se dan cuenta ya es demasiado tarde: la verdad ha sido dicha, el rey está desnudo a la vista de todos.
sábado, 16 de noviembre de 2013
Tres falsos mitos sobre el comunismo
1- El comunismo está anticuado. Estaba muy bien para el siglo XIX, pero hoy en día no tiene sentido
Comienzo con este mito anti-comunista porque es el que más veces he escuchado en mi vida. El comunismo está anticuado. Lo dice la tele, lo dice la profe y lo dicen los intelectuales del sistema. Pero, ¿en qué sentido está anticuado? "Pues no sé, un poco todo". No, no, pero dime cosas concretas de la teoría marxista que estén anticuadas, por favor. "No sé, el marxismo así en general".
No falla. Cuándo le preguntas a todas esas personas que te expliquen eso de que la teoría comunista está anticuada se quedan sin palabras. Te dicen generalidades, palabras vagas, pseudoargumentos. O cambian de tema rápidamente.
lunes, 4 de noviembre de 2013
Introducción al materialismo histórico
¿Cuál es el sentido de la Historia? ¿en función de qué progresan (o retroceden) las sociedades? ¿qué determina los cambios ideológicos, políticos, jurídicos...? Estas son preguntas que el ser humano lleva planteándose milenios. Y las respuestas han sido de lo más diversas. Unos decían que era Dios (o algún tipo de ser superpoderoso) el que regía nuestros destinos, el que determinaba hacia donde iban las sociedades. Otros, muy optimistas, creen que las personas avanzan continuamente hacia el progreso, que cada vez viviremos en sistemas más justos y democráticos. Tampoco faltan, y creo que esta es la posición mayoritaria, los que consideran que la Historia la hacen los grandes hombres: Napoleón, Hitler, Churchill, Julio Cesar, Simón Bolivar... Así nos lo enseñan en la escuela.
miércoles, 9 de octubre de 2013
Los obreros sí tienen patria
Si hace poco, para colmo de los más puristas, hablábamos de la necesidad de que los comunistas adapten su discurso, hoy nos toca proponer algo más polémico: la utilización del patriotismo como elemento aglutinador.
martes, 1 de octubre de 2013
¿Cómo debemos hablar los comunistas?
Creo necesario plantear en el seno del movimiento comunista español (y por extensión en la izquierda transformadora en general) la cuestión del discurso. Es un tema del que cada vez se habla más y que en el actual contexto me parece fundamental. Por discurso entendemos la forma en que se habla (términos, actitudes...) cuando se intenta concienciar a alguien. Cuando hablemos del discurso comunista nos referiremos a la forma en la que los comunistas hablamos con las personas a las que queremos convencer de nuestras ideas.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
Sobre la violencia
domingo, 8 de septiembre de 2013
¿Nos gobiernan malas personas?
El ex-presidente Zapatero con el banquero Emilio Botín |
Acabo de terminar el libro Chavs, del británico Owen Jones. El libro es muy interesante y por lo que parece va camino de ser un superventas. No es de extrañar: es fácil de leer, no demasiado largo y entretenido. No es como esos manuales gordos de teoría marxista que dan más pereza que La Celestina. Pero hay algo en ese libro, un comentario, que no termina de convencerme: el autor considera que la crisis que atravesamos es "culpa de la codicia de los banqueros". Lo repite un par de veces en la obra, y es como si de golpe su buen análisis se interrumpiese.
jueves, 29 de agosto de 2013
¿Qué está pasando en Siria?
Decía Karl Marx que la historia se repite siempre dos veces, primero como tragedia y después como farsa. Pues bien, parece ser que Irak fue la tragedia y Siria va a ser la farsa. O a lo mejor todas las invasiones imperialistas son tragedias y farsas a la vez, no lo sé.
martes, 11 de junio de 2013
Diez preguntas y diez respuestas en torno al feminismo
1- ¿El feminismo busca la superioridad de la mujer sobre el hombre?
No. Pese que a menudo se acusa a las personas feministas de pretender darle la vuelta a la situación para situar a la mujer jerárquicamente encima del hombre, lo cierto es que la intención del feminismo no es esa. Precisamente el feminismo lucha contra la dominación de género, y su objetivo es lograr la igualdad total entre las personas independientemente de su sexo. Feminismo es por tanto sinónimo de igualdad.
domingo, 19 de mayo de 2013
¿Vivimos en una dictadura?
Cada vez se escucha más el lema de "lo llaman democracia y no lo es", y no sólo en las manifestaciones sino en ciertos medios y en los debates a pie de calle. De hecho, este es el lema principal del conocido movimiento 15M. Parece evidente para muchos españoles que no vivimos en un sistema plenamente democrático, sino en uno con rasgos dictatoriales o por lo menos autoritarios. Pero esta es una acusación bastante provocadora y que rompe con los valores tradicionales, cuyos difusores nos repiten hasta la saciedad y por todas las vías comunicacionales la suerte que tenemos de vivir en una democracia a diferencia de otros países.
sábado, 13 de abril de 2013
Tercera República sí, ¡pero socialista!
Hoy es 14 de abril. Para los republicanos españoles es una fecha especial, y lo demuestran inundando las calles con banderas tricolores y lanzando consignas anti-monárquicas por las redes sociales. Rememoramos el nacimiento de la Segunda República, que tuvo lugar el 14 de abril de 1931 tras unas elecciones municipales.
Esta República consistió en la concesión de multiples mejoras sociales a los trabajadores, siempre dentro de ciertos márgenes. Los movimientos obreros tenían poder suficiente para exigir mejoras salariales y más igualdad de negociación entre el trabajador y el empresario. La idea era "seducir" a los trabajadores con subidas salariales y más prestaciones para que no tendiesen al revolucionarismo. Además, la modernidad llegó por fin a España y trajo consigo cierto feminismo, la explosión del arte, una mayor tolerancia social y la pérdida de poder de la Iglesia católica. En muchos aspectos este régimen era más adelantado que la España de hoy.
Pero también era un sistema represor contra los movimientos revolucionarios, como no podía ser de otro modo. Anarquistas y comunistas lo supieron muy bien. Las cárceles (y a veces los cementerios) se llenaron de revolucionarios que fueron más allá de la legalidad capitalista con sus levantamientos y sus huelgas subversivas. La peor parte se la llevaron los anarquistas, que vieron duramente castigados sus levantamientos espontáneos y sus atentados terroristas (levantamientos que por otro lado no llevaban a ninguna parte).
Hoy en día muchos progresistas españoles reivindican la Tercera República como instrumento para regenerar la democracia y lograr la conquista de derechos sociales. En plena crisis de régimen, la ven como un fin en sí mismo que solucionará gran parte de nuestros problemas. Y lo hacen siempre desde una perspectiva reformista (es decir, que pretende un capitalismo más humano). El economista de tendencia socialdemócrata Vicenç Navarro explica que
el cambio de Monarquía a República no sería un mero cambio de la persona que ocupa la jefatura del Estado, sino el inicio del deshilachado de tal entramado.
Tal entramado no es otra cosa que los recortes, la corrupción y el reducido gasto público que hay en nuestro país. Así que para los socialdemócratas Tercera República viene a ser sinónimo de humanizar el capitalismo español y hacerlo un poco más justo. Por supuesto en ningún momento se cuestiona el sistema capitalista.
Pero quienes creemos en un mundo más justo y democrático nos preguntamos: ¿para qué queremos una Tercera República capitalista? ¿Para que sigan mandando los monpolios y los bancos? No vamos a cambiar nada pintando una franja morada en la bandera ni sometiendo al jefe de Estado a elección. O la República significa la destrucción de este sistema y la implantación de una democracia socialista o no servirá de mucho a los trabajadores.
En su obra La lucha de clases en Francia, Karl Marx explicó que normalmente los obreros galos habían luchado de la mano de la burguesía, presentando sus intereses como los mismos de esta clase,
en vez de presentarlos como el interés revolucionario de la propia sociedad, que arriase la bandera roja ante la bandera tricolor
Quitar la bandera tricolor y poner la bandera roja. Quitar la bandera de la burguesía -progresista- y poner la de los trabajadores. Tal es la República por la que luchamos los revolucionarios españoles. Por supuesto que el color de la bandera es simbólico, poco debe importarnos que esta sea roja, tricolor, bicolor o verde. Lo que cuenta es la forma y el contenido del sistema.
Los comunistas decimos: Tercera República sí, ¡pero socialista!
No queremos un capitalismo más humano. De hecho, no veo porqué la burguesía española (banqueros, grandes empresarios...) iba a apostar por una república en estos momentos. La situación es bien distinta a la de 1931. Hoy en día República es sinónimo de ruptura con el sistema capitalista.
Los revolucionarios, firmes partidarios de una democracia real, queremos una República que rompa con la dictadura de la burguesía y ponga en marcha la dictadura del proletariado (¿qué es la dictadura del proletariado?). Queremos una República de trabajadores, no un pacto social entre trabajadores y burgueses. Queremos democracia directa. Queremos un Parlamento que represente al ciudadano, no al banquero. Queremos derecho al trabajo, a la salud, a la vida, a la vivienda. Queremos una educación que eduque, no que forme a trabajadores sumisos y dogmáticos. Queremos libertad de prensa, no periódicos bajo sueldo del capital. En definitiva: no queremos reformar la sociedad, queremos una sociedad nueva.
Pero los reformistas, que tanto reivindican la Tercera República, no quieren esto. Ellos simplemente pretenden una mejora de la sociedad. Así habla Marx de ellos:
La pequeña burguesía democrática [clase reformista por excelencia] está muy lejos de desear la transformación de toda la sociedad; su finalidad tiende únicamente a producir los cambios en las condiciones sociales que puedan hacer su vida en la sociedad actual más confortable y provechosa. En cuanto a los trabajadores, ellos deberán continuar siendo asalariados, para los cuales, no obstante, el partido democrático [reformistas] procurará más altos salarios, mejores condiciones de trabajo y una existencia más segura.
Y añade su mítica proclama:
Para nosotros no es cuestión de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva.
En conclusión: para nosotros la Tercera República no es un fin en si mismo, sino que debe ir acompañada del socialismo si queremos que algo cambie de verdad en este país. Lucharemos por una República de los trabajadores, no por pintarle una franja morada a la bandera y cambiar al jefe de Estado para que en el fondo todo siga igual.
viernes, 5 de abril de 2013
Reformistas y revolucionarios
En este artículo nos vamos a centrar en las posiciones de los reformistas y las de los revolucionarios con respecto al sistema capitalista. Incluiremos en la categoría de reformistas a aquellos que desean romper con el capitalismo mediante reformas institucionales. Nos referimos aquí al sistema en su totalidad, no únicamente a sus aspectos económicos.
Como ya sabemos, el capitalismo tiene como base la propiedad privada de los medios de producción (materias primas, fabricas, empresas, bancos...) y la división de la sociedad en dos clases: proletarios y burgueses. Los proletarios, en palabras de Engels, son "la clase social que consigue sus medios de subsistencia exclusivamente de la venta de su trabajo". Es decir, personas que se ven obligadas a trabajar porque no tienen otra forma de sobrevivir. La burguesía sería "casi los únicos poseedores de todos los medios de existencia, como igualmente de las materias primas y de los instrumentos (máquinas, fábricas, etc.) necesarios para la producción de los medios de existencia." Evidentemente estas definiciones son muy abstractas y simplificadas, y existen por supuesto más clases, pero nos bastarán para comprender el artículo.
Aunque quien me haya leído o me conozca sabe que soy partidario de la revolución, voy a tratar de ser imparcial. Se trata de dejar que el lector se forme su propia opinión.
Reformistas
Término utilizado por los revolucionarios como insulto, reformista viene a ser aquel que desea mejorar el sistema capitalista sin cuestionar en ningún momento sus bases. Así, el reformista quiere aumentar salarios, subir los impuestos a los más ricos, reducir la jornada laboral, instaurar una República (si vive en una monarquía), nacionalizar la banca, mejorar las condiciones laborales, combatir la corrupción, defender los servicios públicos de las privatizaciones. El filósofo revolucionario F.Engels les define así:
[Los reformistas] son partidarios de la sociedad actual, a los que los males necesariamente provocados por ésta inspiran temores en cuanto a la existencia de la misma. Ellos quieren, por consiguiente, conservar la sociedad actual, pero suprimir los males ligados a ella. A tal objeto, unos proponen medidas de simple beneficencia; otros, grandiosos planes de reformas que, so pretexto de reorganización de la sociedad, se plantean el mantenimiento de las bases de la sociedad actual y, con ello, la propia sociedad actual. Los comunistas deberán igualmente combatir con energía contra estos socialistas burgueses [sinónimo de reformistas], puesto que éstos trabajan para los enemigos de los comunistas y defienden la sociedad que los comunistas quieren destruir.
Parece que los comunistas -los revolucionarios- llevan enfrentados al reformismo desde hace siglos. El revolucionario ruso Vladimir 'Lenin' también nos da su opinión sobre ellos:
Los reformistas pretenden dividir y engañar con algunas dádivas a los obreros, pretenden apartarlos de su lucha de clase.
O sea, que los reformistas tienen como intención simplemente lograr algunas mejoras y de esa forma, según los revolucionarios, lo único que consiguen es impedir la concienciación rupturista de los trabajadores. El mensaje que envían al proletariado sería algo así como: "olvida la lucha de clases, un capitalismo social y humano es posible".
Ante estos argumentos los reformistas tienen, por supuesto, algo que decir. Según ellos las revoluciones comunistas han fracasado históricamente y sería dogmatismo puro seguir tratando de llevarlas a cabo. Esto, dicen, se arregla con reformas y volviendo a aquella feliz época en que los trabajadores europeos conquistaban derechos mediante la lucha sindical y parlamentaria (años 50-60).
Un buen ejemplo de reformista en el Estado español es el catalán Vicenç Navarro. En un artículo en el que critíca la privatización de la sanidad, el catedrático explica que
lo que se necesita en España es una sanidad multiclasista universal y única que tenga los atributos de la privada y la calidad de la pública. Pero para conseguir tal objetivo se requiere un gasto público mucho mayor. La reducción del gasto público sanitario que está ocurriendo en España es un paso enormemente regresivo que deteriora toda la sanidad española. Así de claro.
Básicamente vemos aquí una idea que se repite en sus artículos: hay que aumentar el gasto público para proteger los servicios públicos. Es una medida totalmente propia de la socialdemocracia y de la izquierda reformista que un revolucionario rechazaría.
Los reformistas desean un Estado más grande, que intervenga más y así pueda corregir la desigualdad social generada por el sistema capitalista. Se trata, en el fondo, de perpetuar este sistema pero haciéndolo más humano y paliando las injusticias que provoca. Más que contra el capitalismo, luchan contra el neoliberalismo, contra el "capitalismo salvaje". Veamos una cita del reputado economista Juan Torres López donde hace un evidente culto al reformismo:
Hay sectores sociales (...) que coinciden totalmente con las propuestas de regeneración y reconquista de los derechos que planteamos: que quieren que se pidan responsabilidades, que no se permita robar, que se combata la corrupción, que se garantice la financiación a la economía antes que los privilegios de la banca privada, que se facilite la creación de empresas y de empleo eliminando nuestra dependencia de las grandes multinacionales y grupos bancarios, que las instituciones se corresponsabilicen con el cuidado de los dependientes a través del gasto social o que se respete el medio natural por encima de todo.
Se trata de mejorar el sistema, jamás de destruirlo.
Otro ejemplo muy repetido es el de aquel reformista que considera que la llegada de la República a España sería un gran paso en la lucha por un mundo mejor. Así describe la llegada de una posible Tercera República el reformista medio:
Se abre la dicotomía de continuar con la Tercera Dictadura, de futuro más que incierto por los costes que está suponiendo a los ciudadanos, o abrir las puertas a la llegada de la Tercera República, dónde la lucha contra la corrupción y la desigualdad social, así como el establecimiento de una democracia real con control popular y el mantenimiento de los derechos sociales sean sus principales banderas. De ser así, esperamos que llegue pronto de forma tan pacífica y festiva como lo hizo la Segunda en 1931. (Tercera República o Tercera Dictadura)
Se trata pues de construir una sociedad en la que se luche por los más desfavorecidos y en la que los trabajadores tengan más poder. Algo parecido a la Segunda República (1931-1939) en la cual se llevaron a cabo importantes avances en materia cultural, educativa, laboral, política... sin cuestionar el sistema de producción capitalista (hasta 1936).
Tenemos otro tipo de reformistas, solo que estos están mucho más camuflados. De palabra se declaran revolucionarios, y dicen desear acabar con el capitalismo, pero en la práctica proponen reformismo o estrategias que no pueden llevar a una revolución. Lenin les llamaba despectivamente "los liquidadores".
¿Qué vemos en definitiva? De palabra, los liquidadores rechazan el reformismo como tal, pero de hecho lo aplican en toda la línea. Por una parte nos aseguran que para ellos las reformas no son todo, ni mucho menos; mas, por otra, siempre que los marxistas van en la práctica más allá del reformismo, se ganan las invectivas o el menosprecio de los liquidadores.
Hablamos de personas que atacan al capitalismo y proponen como alternativa el socialismo, pero que en la práctica huyen de cualquier intento revolucionario como de la peste. Pretenden acabar con este sistema mediante reformas, poco a poco y desde arriba. No hablan de revoluciones, sino de elecciones.
Esto nos recuerda al famoso "fundador" del revisionismo: Eduard Bernstein (1850-1932). Él creía que había que revisar seriamente la teoría marxista y adaptarla al siglo XX. Una de sus propuestas fue cambiar la insurrección revolucionaria por la revolución desde los parlamentos y la lucha sindical. Es decir: se acabó la revolución violenta, a partir de ahora habrá que luchar utilizando la lucha electoral y las reformas logradas con huelgas y movilizaciones. Rápidamente, como cabía esperar, los revolucionarios le dedicaron una sarta de artículos, libros e insultos acusándole de liquidador.
En resúmen:
- Los reformistas pretenden mejorar el capitalismo, hacerlo más humano. Luchan por volver a la época del bienestar, cuando los trabajadores europeos eran fuertes y podían lograr concesiones por parte de la burguesía. Piden medidas tales como la nacionalización de la banca, el aumento del salario mínimo, la lucha contra las desigualdades... siempre sin cuestionar las bases del sistema capitalista.
- También existen personas que quieren acabar con el capitalismo mediante reformas parlamentarias y luchas sindicales. Son los llamados liquidadores.
Revolucionarios
La Real Academia Española define revolución como "cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación". Los revolucionarios suelen estar más o menos de acuerdo con esta definición, pero añaden que el cambio es radical (es decir, de raíz) y que lleva a la construcción del socialismo. O sea, que la definición nos quedaría así: una revolución es un cambio violento y radical en las instituciones políticas, económicas y sociales que lleva a la sustitución del capitalismo por el socialismo. El socialismo es la dictadura del proletariado. Otro prefieren la definición del revolucionario chino Mao: "Una revolución es un levantamiento violento por el cual una clase derroca a otra".
Aquí no se trata de reformar el capitalismo, de hacerlo más humano, sino de destruirlo para sustituirlo por un sistema socialista. Karl Marx, en su Mensaje a la Liga de los Comunistas (1850), explica brevemente la diferencia entre los comunistas (revolucionarios) y los reformistas:
Para nosotros no se trata de reformar la propiedad privada, sino de abolirla; no se trata de paliar los antagonismos de clase, sino de abolir las clases; no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de establecer una nueva.
El objetivo de los revolucionarios no es nacionalizar bancos y empresas, aumentar salarios ni subir los impuestos a los ricos para redistribuir mejor la riqueza. Hablan sin complejos de acabar con el sistema en su totalidad y crear un mundo nuevo bajo el gobierno de los trabajadores. En ningún momento aceptan que esta tarea pueda llevarse a cabo mediante reformas parlamentarias y luchas sindicales. Pero cuidado, esto no significa que no luchen por reformas favorables al proletariado:
A diferencia de los anarquistas -dice Lenin-, los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, en manos de la clase dominante
Se trata de utilizar las reformas para ganarse a los trabajadores, lo que no indica que los revolucionarios vean en estas un fin en si mismo. Ellos creen en la filosofía marxista, una de cuyas bases es la ley de los cambios cuantitativos en cualitativos. Esta ley viene a decir que los cambios son primero cuantitativos (cambian de "cantidad") pero que llegados a cierto punto se vuelven cualitativos (cambian totalmente al objeto que estaba cambiando cuantitativamente). Traducido al tema que nos atañe, los revolucionarios creen que primero hay cambios cuantitativos (reformas, concienciación de los trabajadores, aumento del enfrentamiento entre clases, subida de partidos comunistas...) pero que llegados a cierto punto son cualitativos, y entonces llega la revolución. Pero, dicen, los reformistas se quedan en los cambios cuantitativos y jamás llegan al cambio cualitativo. O sea: se quedan en las reformas y no culminan la tarea.
Los reformistas tienden a acusar a los revolucionarios de "dogmáticos ortodoxos" que viven en el pasado y no comprenden cómo funciona el mundo del siglo XXI. Sienten repudio por su obsesión por la teoría revolucionaria, a la que ellos no dan tanta importancia. No creen que esta sea tan crucial, sino que es más importante moverse: ir a manifestaciones, a huelgas, presentarse a las elecciones, difundir artículos... Veamos qué dice el revolucionario ruso:
Sabemos que nuestras palabras provocarán un montón de acusaciones, que se nos echarán encima: gritarán que queremos convertir el partido socialista en una orden de "ortodoxos", que persiguen a los "herejes" por su apostasía del "dogma", por toda opinión independiente, etc. Conocemos todas estas frases cáusticas tan en boga. Pero ellas no contienen ni un grano de verdad, ni un ápice de sentido común.y añade:
No puede haber un fuerte partido socialista sin una teoría revolucionaria que agrupe a todos los socialistas, de la que éstos extraigan todas sus convicciones y la apliquen en sus procedimientos de lucha y métodos de acción.
Para Lenin no es que los revolucionarios sean "puros" u "ortodoxos", sino que una revolución es algo tan importante que es necesario mantener una doctrina firmemente rupturista que escape de cualquier influencia reformista. Por supuesto, esto no significa que los revolucionarios no deban militar en partidos u organizaciones que tiendan al reformismo, ni que se encierren en un Partido formado por cuatro iluminados. Se trata en todo caso de no renunciar al marxismo, ni aplicarle enmiendas reformistas que frenen la revolución.
Otro tema polémico entre reformistas y revolucionarios es el uso de la violencia. Por supuesto aquí los revolucionarios son tajantes: acabar con el sistema supone utilizar las armas. La clase dominante, dicen, se resiste al cambio utilizando tanto sus medios ideológicos (para alentar a acabar con la revolución) como sus medios militares y policiales. Por tanto hay que armarse contra los reaccionarios. El mismo Lenin explica:
Una clase oprimida que no aspire a aprender el manejo de las armas, a tener armas, no puede ser considerada más que como una clase de esclavos. Nosotros, sino queremos convertirnos en pacifistas burgueses ó en oportunistas, no podemos olvidar que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay otra salida que la lucha de clases.
Pero esto no significa descartar la posibilidad de que la revolución pueda llegar a ser pacífica, o al menos no demasiado violenta. Dicho esto, me temo que esta posibilidad es ínfima.
Los reformistas, por su parte, acusan a los revolucionarios de querer generar caos y matanzas. Creen sinceramente que se puede acabar con el sistema, o reformarlo, sin necesidad de empuñar un arma. Les suele horrorizar la simple posibilidad de la violencia revolucionaria, pero evidentemente existen excepciones.
En definitiva, los revolucionarios quieren transformar la sociedad de raíz. No quieren una educación mejor, sino una educación totalmente nueva y basada en otros principios ideológicos y organizativos que la actual. No quieren mejorar la posición de la mujer en la sociedad, sino que esta sea igual al hombre en todos los aspectos. No quieren subir los impuestos a los más ricos, quieren que no haya ricos (ni pobres). No quieren reformar la ley electoral, quieren una democracia participativa y que esté al servicio de los trabajadores.
Y así podríamos escribir cientos de páginas, pero la diferencia entre reformistas y revolucionarios se puede resumir en lo siguiente: los reformistas quieren reformar (léase mejorar) la sociedad actual y los revolucionarios quieren sustituirla por una totalmente nueva.
Resumiendo:
- Los revolucionarios quieren destruir el sistema en su totalidad, lo que no significa que no luchen por ciertas reformas que impulsen la revolución.
- Los revolucionarios no tienen inconvenientes en unirse en determinados casos a los reformistas. Tampoco rehuyen la posibilidad de utilizar la violencia durante la insurrección, que muchos perciben como inevitable.
lunes, 1 de abril de 2013
Las putas y los putos amos
Hay un debate que lleva reproduciéndose en mi -corta- vida desde que tengo unos doce años. Todo comenzó en aquella época en la que se empieza a ir a fiestas, a ver a las chicas más como posibles ligues que como un amor infantil y a investigar el terreno de lo sexual. Es curioso encontrar un debate polémico tan vivo en una sociedad que no se interesa demasiado por asuntos políticos profundos.
Se trata, por supuesto, de la mítica pregunta:
"¿por qué cuando una tía se enrolla con muchos tíos es una puta pero cuando un tío se enrolla con muchas tías es el puto amo?"
Las putas
Las putas son siempre mujeres. No existen los "putos". Tampoco existen los "zorros". No se usa el apetito sexual del hombre como insulto, y quien lo haga no recibirá otra cosa que burlas y carcajadas.
No hablamos de las prostitutas, mujeres que, forzadas o no, deciden vender su cuerpo a cambio de un salario. Hablamos de lo que en el lenguaje común (léase dominante) de las sociedades patriarcales* designa a aquellas mujeres, jóvenes o no tan jóvenes, que cometen el pecado de tener y satisfacer su deseo sexual. También se suelen utilizar comparaciones con animales: zorra, perra, loba...
[*una sociedad patriarcal es aquella en la que los hombres tienen más poder (económico, simbólico, social, sexual...) que las mujeres y en la que estas están relegadas a la inferioridad en varios aspectos]
Si Marx dijo que las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante yo os digo que las ideas dominantes en una sociedad patriarcal son las ideas de los hombres. De los hombres machistas, evidentemente.
No hablamos de las prostitutas, mujeres que, forzadas o no, deciden vender su cuerpo a cambio de un salario. Hablamos de lo que en el lenguaje común (léase dominante) de las sociedades patriarcales* designa a aquellas mujeres, jóvenes o no tan jóvenes, que cometen el pecado de tener y satisfacer su deseo sexual. También se suelen utilizar comparaciones con animales: zorra, perra, loba...
[*una sociedad patriarcal es aquella en la que los hombres tienen más poder (económico, simbólico, social, sexual...) que las mujeres y en la que estas están relegadas a la inferioridad en varios aspectos]
Si Marx dijo que las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante yo os digo que las ideas dominantes en una sociedad patriarcal son las ideas de los hombres. De los hombres machistas, evidentemente.
Las putas, decíamos, son ese tipo de chicas que van a una discoteca vestidas como les da la gana y que cometen la desfachatez de enrollarse con una decena de tíos. ¡Esto es intolerable! ¡No queremos mujeres poderosas que vayan por ahí marcando territorio! Y menos en un espacio público. Dice la feminista francesa Valerie Despentes, autora del imprescindible libro La teoría King Kong:
el poder y el dinero resultan desvalorizantes para la mujer que los posee
Y tanto. A los hombres no nos gustan las mujeres que se pasean por el mundo con la cabeza alta y haciendo lo que les viene en gana. Nos gustan sumisas y calladas. Otra cosa es lo interesante que nos pueda parecer una chica poderosa con la que poder precisamente demostrar nuestras capacidades. "Eh, ¿ves a esa chica poderosa y segura de si misma de ahí? Apuesto a que puedo seducirla". Se trata en todo caso de un reto que exalte nuestra virilidad.
Pero para una relación seria, para algo estable, preferimos chicas que sepan que su rol es ser dominadas. Esto no quiere decir que acepten necesariamente hacer las tareas domésticas o traer menos dinero a casa. La dominación masculina es en general mucho más sutil. Sin embargo todos conocemos a hombres que aseguran buscar una chica fuerte, autónoma y feminista. Habría que ver qué entienden por esos adjetivos. Habría que ver si aceptan realmente la igualdad de sexos con todo lo que conlleva.
Bueno, volvamos a las putas. Estas mujeres no solo disfrutan llevándose a la cama a decenas de hombres (encima son ellas las que les llevan a ellos, y no viceversa), sino que a menudo son las mismas que reconocen sin tapujos que se masturban y que cuando salen buscan liarse con tíos para luego pasar de ellos. El porno es algo de hombres. Es algo de lo que la cultura masculina se ha apropiado. Una mujer que ve porno raramente nos resulta políticamente correcta. No es moral ni respetable que una mujer se masturbe porque ella debe recibir el placer del hombre, no de Internet. Está ahí para ser complacida por un macho. Es una forma de demostrar nuestra virilidad, los orgasmos son logros nuestros. La mujer que se masturba se está saltando las reglas de la sociedad patriarcal, y eso no está bien. ¡Putas!
Estas mujeres reciben a la vez odio y admiración por parte de los hombres. Odio porque consideran una falta de respeto que una mujer pueda asumir el rol sexual activo y disfrutar tranquilamente de su sexualidad. Admiración porque ven en ellas una suerte de super-mujeres distintas y superiores al resto. En todo caso esta admiración es más sexual que otra cosa, y jamás se traduce como prestigio social. Más bien al contrario.
Las mujeres, nos dice la sociedad patriarcal, deben ser sumisas, calladas y deben quedarse en su rincón. ¿Qué es eso de ocupar el espacio público de forma arrogante? Estate en tu sitio que ya iré yo a seducirte. Porque el rol activo me pertenece a mí, tu tienes que dejarte hacer. Y hay alguno que si no te dejas hacer va a recurrir a otros métodos.
En todo caso estas putas son de todo menos femeninas. Pierden su feminidad y a la vez se ganan el desprecio de las chicas que sí son femeninas. Hablamos por supuesto de esas hordas de chicas que desprecian a las putas y las odian hasta extremos insospechados. Rabian tanto como los tíos.
ya conocemos el síndrome del rehén que se identifica con su carcelero -dice Despentes-. Así es como acabamos vigilándonos las unas a las otras, juzgándonos a través de los ojos de los hombres
Y por si se os ha olvidado cómo ser femeninas en una sociedad patriarcal, la misma autora que ya hemos citado os lo explica:
En general ser femenina se trata simplemente de acostumbrarse a comportarse como alguien inferior. No hablar demasiado alto. No expresarse en un tono demasiado categórico. No sentarse con las piernas abiertas. No expresarse en un tono demasiado autoritario. No querer el poder. No querer un puesto de autoridad. No reírse demasiado fuerte. No ser demasiado graciosa.
Las putas incumplen gran parte de estas normas sociales. No asumen el rol femenino, y eso nos aterra. Nos produce escalofríos una mujer libre y que no se deje dominar. Por mujer libre entendemos a una mujer realmente libre, no a una que se haga la difícil y la dura ante un hombre para después volver al lugar que le pertenece (no, las típicas heroínas de las películas no son iconos feministas). Nos da pánico no tener la iniciativa. Los que deberíamos ir por ahí enrollándonos con muchas tías somos nosotros, que somos protagonistas activos, no ellas, que deben dejarse hacer de forma pasiva.
Tal es la ideología machista que en estos momentos ha interiorizado la inmensa mayoría de la población, algo que cualquier lector más o menos coherente considerará horrible. Vayamos ahora con los putos amos.
Los putos amos
Aquí es distinto porque hablamos de hombres. Los hombres gozan -gozamos- de gran superioridad social con respecto a las mujeres por mucho que nos digan que el machismo es cosa del pasado.
Antes de nada definamos qué significa ser un puto amo. Para que el lector latinoamericano nos comprenda, ser el puto amo en España es sinónimo de ser alguien con seguridad en si mismo, que logra lo que se propone y que despierta admiración en otros hombres (y mujeres). Simplificando mucho, ser el puto amo equivale a ser alguien con prestigio social. Desconozco si la expresión se utiliza en toda España, pero por lo menos en Madrid es bastante corriente.
¿Por qué cuando un tío tiene una gran actividad sexual se le alaba? ¿Por qué no se le acusa de ser un "puto"?
Porque precisamente el rol de los hombres es ser protagonistas y seducir a muchas mujeres. Ser poderosos y activos en el arte de la seducción. Así es como demuestran su virilidad. No son como las mujeres, que deberían ser tímidas y sumisas. No. Los hombres tienen que ir a por todas, con todo y sin cortarse un pelo. Un hombre que seduce vale, una mujer que seduce... es una puta. Y ya está.
Con un patriarcado -relativamente- debilitado por los movimientos feministas y la necesidad del capitalismo de emplear mujeres (cuestan menos) los hombres encuentran en la promiscuidad y el ligue un espacio fundamental para demostrar sus capacidades. Si no nos dejan ser machos en casa, si no nos dejan ser quienes traemos el dinero al hogar, en algún lugar tendremos que expresar nuestro dominio. Pocas veces he visto a una chica salir de una discoteca enojada por no haber ligado, cosa que sí he percibido (y mucho) en los hombres. Si no ligas no eres un hombre, dado que no demuestras tu capacidad de atraer a las mujeres.
Las mujeres, recordemos, nunca seducen sino que son seducidas. Si una mujer seduce es que algo está tramando. Eso o que es una puta.
Es que en las sociedades patriarcales el hombre es fuerte y capaz, no pasivo y debil. Dice Fidel Castro, tras acabar la revolución cubana:
Que sepan los imperialistas que no se van a enfrentar con señoritos... ¡se van a enfrentar a hombres!
Que tengan cuidado los imperialistas, que se enfrentan a hombres de verdad, no a mujeres o a señoritos ricos y afeminados. Digo esto obviando que en comparación con los sistemas capitalistas los sistemas socialistas han sido y son más igualitarios. De eso no duda nadie, pero tampoco duda nadie de que en estos regímenes el machismo pervivió.
Es necesario apuntar que son especialmente los hombres menos seguros de sí mismos los que más se fijan en lo que hacen o dejan de hacer las tías. Los hombres conscientes de su inferioridad, de su falta de virilidad, son los primeros en acusar a las mujeres de ser zorras, guarras o putas. Ocurre que cuando un varón no se siente "hombre" exige a las mujeres que sean hipersumisas. Así él podrá sentirse más cómodo.
En fin, ¿qué problema puede haber en que un hombre se enrolle con muchas? ¿No es acaso la forma que tiene de marcar su territorio y demostrar sus habilidades? ¿No es ese su rol? Según Virginie Despentes,
Todas las cosas divertidas son cosas de hombres, todo lo que te hace ganar terreno es viril.
¡Qué razón tiene!
Sujeto activo, protagonista y dominador: eso es un hombre en las sociedades machistas. Los machos se construyen en oposición a los valores femeninos, son "no-mujeres". Ellos son fuertes, las mujeres débiles. Ellos pueden y deben ligar con muchas, las mujeres deben ser señoritas amables y discretas. Ellos ocupan el espacio público con descaro, las mujeres lo hacen con discreción. Ellos se ocupan de las tareas nobles, ellas de las tareas que nadie reconoce.
Vamos, que ellos pueden ligarse a mil chicas en una noche y ser los putos amos. Pero si a una chica se le ocurre hacerlo es una puta. Y así es el patriarcado, querido lector.
Virginie Despentes, esta mujer que "se comporta como un hombre", cuenta que cuando fue al psiquiatara para que la tratara, este le sugirió que fuese "más femenina".
¿Se trataba de ser menos imponente, de dar más seguridad, de ser más accesible?
A los hombres que nos indignamos con el machismo musulmán nos deja otro recadito:
Pero eso [tratar mal a las mujeres] es exactamente lo que vosotros hacéis. Contáis cómo os aprovecháis de vuestro estatuto de dominantes para abusar de chavalitas que elegís entre las más débiles, contáis cómo las engañáis, las jodéis, las humilláis... todo para que os admiren vuestros colegas. (...) Triunfo de cobardes. Y es que hace falta reconfortar a los hombres. De eso se trata.
Quizás también te interese este artículo: La mujer y el espacio público.
sábado, 30 de marzo de 2013
¿Qué es la hegemonía?
Hace poco me preguntaba un amigo que cómo es posible que, con la que está cayendo (y no del cielo, sino de los despachos de los banqueros), aún no nos hayamos rebelado. "En esta situación los antidisturbios deberían estar todo el día en la calle reprimiendo, pero no están porque en la calle no hay nadie". Es verdad. ¿Porqué el Estado no nos reprime? Porque no nos hemos levantado aún. Y de ahí surge la duda fundamental: ¿porqué no nos hemos levantado aún? ¿cómo es posible que, en plena crisis económica, exista gente que siga siendo fiel al régimen? ¿porqué no ha habido una revolución?
Algunos marxistas plantean que los cambios económicos conducen directamente a cambios políticos. Según esta tesis la situación actual debería llevarnos inmediatamente, o no en demasiado tiempo, a una crisis política y a que los revolucionarios nazcan por doquier. Y sin embargo, no está siendo así. ¿Qué ocurre aquí?
Parece absurdo que una población que está siendo estafada, engañada y oprimida constantemente no se rebele. Quizás esto se deba a que la clase dominante (los capitalistas) se encarga de mantenernos dóciles por vías no violentas. Estas vías son mucho más cómodas y efectivas, pues si los de arriba tuvieran que recurrir siempre a la violencia esto sería un caos total.
El centauro: la parte humana y la parte animal del sistema.
El artífice principal de la teoría de la hegemonía es el comunista italiano Antonio Gramsci. Al contrario que muchos otros marxistas, él dedicó gran parte de sus esfuerzos a estudiar el mundo de las ideas y de la política.
Gramsci se percató de que la clase social dominante (en el capitalismo, la burguesía) ejerce su dominio no sólo utilizando al Estado para mandar a la policía a que reprima a los manifestantes o para decretar leyes contra los huelguistas, sino también mediante la ideología. Ya había advertido Marx que "las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época", pero Gramsci desarrolla el tema de forma mucho más amplia.
Según el italiano, la clase dominante tiene dos formas de gobernar: bien mediante la fuerza (mandando a la policía o al ejército), bien mediante la ideología. Así, a veces el sistema se perpetúa adoctrinando a las clases dominadas (por medios que veremos más adelante), pero otras se ve obligado a echar mano de la fuerza. Es entonces cuando vemos a dirigentes obreros (como el propio Gramsci) encarcelados y a manifestantes aporreados. Los opresores deben elegir entre difundir una ideología que les permita oprimir tranquilamente o utilizar la fuerza física y las leyes represoras. A cada situación le corresponderá un método distinto.
Es aquí donde entra el termino clave en este artículo: la hegemonía. La hegemonía no es otra cosa que un conjunto de ideas extendidas por una clase social y que pretenden que se haga aceptable el dominio de esta. Por ejemplo, la burguesía, mediante los medios que tiene a su alcance (que no son pocos) difunde la idea de que el capitalismo es el único y mejor sistema posible. La clase social dominante (o la que pretende serlo) deberá producir un consenso en el pueblo; la gente deben aceptar que ella sea dirigente de la sociedad.
Gramsci, para ilustrar esta idea, utilizó la metáfora del centauro de Maquiavelo. Así, el poder establecido sería como un centauro: con una mitad humana y agradable (la ideología, el consenso...) y con otra mitad animal y salvaje (el uso de la fuerza física). Tal y como hemos apuntado antes, la clase dominante combina tanto el uso de la ideología como el uso de la fuerza para mantener el orden establecido.
Por lo tanto tenemos el siguiente esquema:
Los intelectuales
Pero esto de crear hegemonía no es sencillo ni se hace por arte de magia. Imponer a una sociedad un consenso, es decir, hacer que la población acepte el dominio de una clase sobre otras, no es tarea fácil. El lector ya habrá adivinado que deben existir ciertas personas detrás de esta función.
Gramsci dijo que toda clase social establece junto a ella una serie de intelectuales que están a su servicio. Son los llamados intelectuales orgánicos. Para el marxista italiano algo es orgánico cuando forma parte de una organización y defiende sus intereses. Los intelectuales orgánicos pertenecen al entorno de una clase social, ya sea el proletariado (los trabajadores) o la burguesía (banqueros, grandes empresarios).
Pero en la teoría gramsciana hay muchos tipos de intelectuales. Por ejemplo, los capitalistas (o al menos una élite de entre ellos) son intelectuales en el sentido de que deben tener la capacidad de organizar la sociedad según los intereses de su clase:
Si no todos los empresarios, por lo menos una élite de ellos debe tener capacidad para la organización de la sociedad en general, en todo su complejo organismo de servicios hasta la misma organización estatal, dada la necesidad de crear las condiciones más favorables para la expansión de la propia clase, o como mínimo debe poseer la capacidad para seleccionar “los encargados” (empleados especializados) a los que se pueda confiar esa actividad organizativa de las relaciones generales externas de la empresa.
Gramsci también considera intelectuales a los que cumplen la tarea represora y administrativa del Estado y que se posicionan a favor de la clase dominante. Se trata de diputados, senadores, altos cargos policiales y militares... Cumplen la función de dirigir
el aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado para toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que no se da el consenso espontáneo.
Recordemos que aunque la función represora está, en general, poco presente en las democracias capitalistas, puede utilizarse a gran escala cuando hay una crisis de régimen y quienes gobiernan pierden la legitimidad para hacerlo.
Y por último tenemos a los intelectuales por los cuales nos vamos a interesar: los que cumplen la función hegemonica. Se trata de cantantes, escritores, periodistas, maestros de escuela... en definitiva personas presentes en el mundo de la cultura, entendiendo por cultura los conjuntos de saberes, creencias y pautas de una sociedad. Estos intelectuales tampoco son ajenos a los intereses de clase, y extienden siempre una ideología acorde a los intereses de la clase que defienden (lo sepan o no).
Hoy la mayoría de los intelectuales que trabajan en el mundo de la hegemonía pertenecen a la burguesía. ¿Cuántos profesores anti-sistema has tenido? Yo personalmente ninguno. ¿Cuantos tertulianos conoces que extiendan una visión del mundo favorable a la revolución de los trabajadores? Más bien pocos. Esto puede cambiar de manera más o menos rápida en las crisis de régimen, que como ya hemos dicho se producen cuando la legitimidad de quienes gobiernan se halla fuertemente cuestionada. O sea, que en ciertos momentos los intelectuales de una clase se pasan al otro bando y podemos toparnos con profesores abiertamente revolucionarios y con una mayoría parlamentaria anti-sistema.
Después de tanta explicación seguro que el lector se halla un poco perdido. Pongamos un par de ejemplos que nos aclaren las ideas.
Los Chikos del Maíz es un grupo español de rap que, en sus letras, difunde una ideología subversiva que choca directamente con los valores dominantes (es decir, con los valores burgueses). Suelen elogiar a Lenin, al Che, a Julio Anguita y a otros pensadores que combaten la hegemonía de los de arriba. Además, critican la sociedad capitalista en su conjunto: desde el parado que recurre al alcohol para evadirse hasta la chica que acepta los valores machistas. Decimos que este grupo está compuesto por intelectuales orgánicos al servicio de la clase trabajadora.
Por otro lado tenemos a 50 Cent, un grupo de rap estadounidense muy exitoso. En sus letras dicen que lo importante en la vida es ganar dinero y seducir a "zorras". Por tanto están difundiendo una visión hedonista, que olvida la lucha de clases por completo y que por tanto está destinada a servir a la burguesía. Engatusan a la juventud diciéndola que se acepte el orden establecido (aunque este sea "una mierda") y que concentre sus esfuerzos en intentar enriquecerse. Decimos que este grupo está compuesto por intelectuales orgánicos al servicio de la clase dominante, aunque -imagino- ellos no lo sepan.
Veamos otro ejemplo, ligado esta vez al mundo religioso. Un cura católico normalmente extiende el mensaje de que los pobres deben conformarse con su condición ya que en el más allá les espera una recompensa divina. También censuran todo intento de revolución y ya hemos visto que en ciertos momentos históricos no tienen inconveniente en ser los voceros del fascismo. El lector ya habrá adivinado que los curas cristianos son intelectuales orgánicos al servicio de la clase burguesa.
Sin embargo no todos los curas cristianos son intelectuales al servicio de los ricos. A finales de los años 60 nació en América Latina la llamada Teología de la Liberación, corriente cristiana que se compromete a luchar por los pobres y derrocar el injusto orden establecido. Así que sin duda podemos decir que un cura perteneciente a esta corriente religiosa es un intelectual orgánico al servicio de la clase trabajadora.
Podríamos hablar de periodistas, tertulianos, escritores, poetas... hay muchos ejemplos de intelectuales cuya función es construir hegemonía, ya sea en beneficio de una clase o de otra.
Concluyamos con una cita del marxista español Antonio Olivé, que resume así los tipos de intelectuales que producen las diferentes clases:
La clase dominante produce numerosos y variados intelectuales con el fin de poder desempeñar su papel dominador y de dirección a todos los niveles de la sociedad.
La clase que aspira a conseguir el poder, según la fase histórica en la que se encuentre y según el mayor o menor poder hegemónico de la clase dominante, capas de intelectuales que puedan cubrir todas las funciones y que, en los momentos de crisis política, ejerzan de hecho todas estas funciones.
En cuanto a las demás clases (pequeños empresarios, campesinos...):
Las demás clases producen habitualmente intelectuales para defender sus intereses económico-corporativos y pueden, a veces, producir un cierto número de intelectuales a nivel político.
Los aparatos ideológicos del Estado
Pero evidentemente no basta con tener un buen ejército de intelectuales para construir hegemonía. Hacen falta también aparatos desde los cuales podamos difundir las ideas que queramos que sean aceptadas por la gente.
El comunista francés Louis Althusser, haciendo una posible referencia a Gramsci, explicó que existen ciertos "aparatos ideológicos" que sirven para garantizar la sumisión ideológica de la clase dominada.
la reproducción de la fuerza de trabajo no sólo exige una reproducción de su calificación sino, al mismo tiempo, la reproducción de su sumisión a las reglas del orden establecido, es decir una reproducción de su sumisión a la ideología dominante por parte de los agentes de la explotación y la represión.
Es decir, que por ejemplo en las escuelas no solo nos dan una calificación para nuestro futuro laboral, sino que además se nos adoctrina en ciertos valores que sirven a la clase dominante. Althusser distingue hasta ocho aparatos ideológicos:
- Aparatos religiosos (el sistema de las distintas Iglesias),
- Aparato escolar (el sistema de las distintas “Escuelas”, públicas y privadas),
- Aparato familiar
- Aparato jurídico
- Aparato político (el sistema político del cual forman parte los distintos partidos),
- Aparato sindical,
- Aparatos de información (prensa, radio, T.V., etc.),
- Aparatos culturales (literatura, artes, deportes, etc.).
Según el marxista francés,
Todos los aparatos ideológicos, sean cuales fueren, concurren al mismo resultado: la reproducción de las relaciones de producción, es decir, las relaciones capitalistas de explotación.
Los aparatos ideológicos que hemos citado más arriba tienen como función hacer que el proletariado (los trabajadores) y sus hijos acepten el orden establecido. Se trata, para la clase dominante, de construir un consenso en cuanto a su dominio. El mensaje emitido podría resumirse, simplificando mucho, a un "no te rebeles, porque lo mejor para nuestra sociedad es que estemos gobernados por capitalistas". Pero algunos aparatos también difunden mensajes que sirven a los poderosos, aunque indirectamente: hablamos de discursos machistas, racistas o hedonistas, entre otros.
Ahí tenemos a los maestros de escuela que nos muestran la Historia desde el punto de vista del capitalismo, justificando guerras imperialistas y satanizando las revoluciones socialistas.
Ahí tenemos a los sindicatos que aseguran que lo mejor es la paz social, es decir someterse a la burguesía (bancos, grandes empresas) y no pasarse de revolucionarios. Ahí tenemos decenas de partidos políticos prometiéndonos que lo mejor que podemos tener es lo que hay ahora; el dominio de los ricos (aunque evidentemente no lo dicen con estas palabras). Ahí tenemos películas y series televisivas que reproducen la ideología de los de arriba y ridiculizan (o banalizan) la lucha y las penurias de los de abajo. Podríamos escribir libros enteros tan sólo con ejemplos.
Tendríamos el siguiente esquema:
Ahí tenemos a los sindicatos que aseguran que lo mejor es la paz social, es decir someterse a la burguesía (bancos, grandes empresas) y no pasarse de revolucionarios. Ahí tenemos decenas de partidos políticos prometiéndonos que lo mejor que podemos tener es lo que hay ahora; el dominio de los ricos (aunque evidentemente no lo dicen con estas palabras). Ahí tenemos películas y series televisivas que reproducen la ideología de los de arriba y ridiculizan (o banalizan) la lucha y las penurias de los de abajo. Podríamos escribir libros enteros tan sólo con ejemplos.
Tendríamos el siguiente esquema:
Conclusión: ¿qué es la hegemonía?
Creo que llegados a este punto es hora de darle la palabra a personas que han estudiado el pensamiento de Gramsci a fondo y que sabrán definir mucho mejor que yo algo tan complejo como el concepto de hegemonía. Utilizaremos para esto la tesis doctoral del español Iñigo Errejón:
La hegemonía es para Gramsci liderazgo político, intelectual y moral que articula una voluntad colectiva orientándola en un sentido nacional-popular
O sea, entendemos hegemonía como dominio ideológico de una clase. Esta clase se hace "dueña" de la voluntad nacional, presentando sus intereses como universales a toda la nación. Como cuando los medios dicen que defender los intereses de REPSOL (multinacional).
Se trata de una tarea compleja de articulación de fuerzas en un proyecto histórico nuevo, construida no por meras órdenes sino por una capacidad intelectual propositiva, de seducción y síntesis, que crea una nueva identidad colectiva.
La clase que se quiere presentar como dirigente de la sociedad crea una identidad colectiva acorde a sus intereses que sirve para crear una especie de bloque. Mientras este bloque, esta mayoría social, esté unido y acepte a la clase dominante como dirigente el régimen será estable. El bloque se rompe con las llamadas crisis de régimen, que no vamos a explicar aquí.
O sea que para Gramsci la hegemonía es la dirección política y cultural que una clase construye y que le sirve para legitimarse. No gobiernan tanto por su poder político o económico (que también), sino por la ideología y la difusión de valores que sirvan para garantizar la paz social:
Para el italiano, la supremacía de una clase social no se deriva directamente de su papel predominante en el proceso productivo, sino que ha de construirse laboriosamente en el terreno cultural y político y se manifiesta como dominación o como hegemonía.
Dicho en una frase, esta vez del pensador italiano Motta:
La hegemonía (…) se basa (…) en un consenso por el cual los subordinados consienten ser gobernados.
Pero los gramscianos no son los únicos que reconocen la importancia de los valores políticos, ideológicos y culturales en la dominación de una clase sobre otra. El analista político ruso Nikolas Stolpkin explica que los medios nos adoctrinan
al imponer valores, conductas, ideas, modas, conceptos, normas, etc., que fundamentalmente habrán de beneficiar intereses particulares de la clase dominante.
En definitiva, la hegemonía es un conjunto de valores, explicaciones y creencias que hacen que las clases dominadas acepten el gobierno de la clase dominante. Se trata de que los de abajo no cuestionen el poder de los de arriba, o que si lo hacen lo hagan de forma muy moderada.
Al principio de este artículo nos preguntábamos cómo es posible que el pueblo español aún no se haya levantado contra el régimen que le miente, le roba y le empobrece. Ya tenemos una respuesta más o menos clara: los aparatos ideológicos del sistema español (medios, escuela, partidos, incluso sindicatos...) del sistema han conseguido mantener el consenso.
Mediante miles de mensajes, comentarios, mentiras y falacias consiguen hacernos creer no solo que la culpa de la crisis es nuestra (habéis vivido por encima de vuestras posibilidades) o que ha caído del cielo, sino que la solución es la austeridad y la resignación (solución en todo caso para la burguesía, no para nosotros). Ese discurso totalizador se reproduce en las aulas, en la barra del bar, en las conversaciones entre amigos. Así se construye hegemonía.
Y sin embargo parece que nuestro país avanza hacia una crisis hegemónica: los de arriba ya no pueden lograr el consenso de los de abajo. Cada vez los partidos tradicionales pierden más legitimidad, cada vez los medios pierden más credibilidad, cada vez más profesores comienzan a plantear a sus alumnos que esto no es democracia, cada vez surgen más movimientos que ponen en duda los valores dominantes, cada vez vemos más libros y canciones contra el sistema.
España ha comenzado ya su Transición hacia algo nuevo. Los viejos valores y los partidos tradicionales (PP y PSOE) tardan en desaparecer y parece que lo nuevo aún no termina de surgir. Pero lo importante es que ya existe un "pueblo", un bloque social que comienza a formarse y que plantea su oposición a "los de arriba". Los subordinados españoles ya no consienten ser gobernados por la burguesía y sus políticos.
Hagamos una breve sintesis para finalizar:
- No nos gobiernan únicamente por la fuerza, sino también por las ideas y la cultura. El poder es como un centauro: tiene su parte animal (la fuerza) y su parte humana (la hegemonía)
- Los intelectuales orgánicos se encargan de organizar y garantizar la dominación de una clase. Son desde políticos hasta poetas, pasando por jefes militares y presentadores televisivos.
- La ideología dominante se difunde desde los aparatos ideológicos del Estado (Iglesia, Familia, Escuela, Medios, Cultura, Sindicatos, Partidos, Poder jurídico)
- La hegemonía es un conjunto de percepciones; explicaciones; valores y creencias que una clase consciente intenta hacer universales para presentarlos como beneficiosos para todos.
miércoles, 27 de marzo de 2013
Teoría y práctica
A menudo se nos presenta la filosofía como algo aburrido y complejo. Nos hacen creer que un filósofo es un tipo que se pasa el día meditando mientras se acaricia la barba y que escribe libros infumables que a su vez solo pueden ser comprendidos por otros eruditos. En la época del comunista italiano Antonio Gramsci ocurría lo mismo: la gente de a pie creía que la filosofía estaba reservada para los estudiosos y los viejos sabios. Gramsci, que entre otras cosas era filósofo, se rebeló contra esta situación y dijo lo siguiente:
"Hay que destruir el prejuicio, muy difundido, de que la filosofía es algo muy difícil por el hecho de ser la actividad intelectual propia de una determinada categoría de científicos especialistas o de filósofos profesionales y sistemáticos. Por consiguiente, hay que empezar demostrando que todos los hombres son filósofos."
Todos los hombres, a su manera, son filósofos en tanto meditan sobre problemas fundamentales. Cuando una señora está sentada esperando el autobús y se pregunta por qué el mundo es como es, está siendo filosofa. Cuando unos jóvenes se ponen a charlar, en medio de un parque, sobre el significado de la vida y de la muerte, están siendo filósofos.
Y sin embargo, no es a este tipo de filosofía a la que se refería Gramsci. El revolucionario italiano era marxista, y por tanto creía en lo que se ha venido a denominar filosofía de la praxis. Filosofía de la práctica. No se trata de un modo de pensar que busque darle interminables vueltas a eternos problemas. No se trata de tumbarse en un diván a reflexionar sobre si Dios existe o no, siempre especulando y construyendo castillos en el aire. No se trata de reflexionar sobre la moral contemporánea mientras tomas un café y analizas las ideas que reinan en la actualidad. No. Todo eso se lo dejaremos a los filósofos que solo se entienden entre ellos y que están totalmente desvinculados de la vida real, por muy interesantes que puedan ser a veces sus reflexiones.
El pensamiento materialista y el pensamiento idealista
En el lenguaje cotidiano ser materialista significa sentir un especial aprecio por las cosas materiales. Se utiliza como adjetivo despectivo contra quienes creen que la felicidad proviene especialmente de la compra de bienes y servicios, especialmente los de lujo. En cuanto a ser idealista, a menudo se define como ser una persona que cree en unos ideales utópicos y que se deja llevar por ellos sin tener en cuenta la realidad.
Le pediré al lector que deje de lado ambas concepciones. Para comprender la relación entre teoría y práctica debemos antes comprender el materialismo y el idealismo. Nuestras concepciones de ambos conceptos están muy lejos de las que he descrito más arriba, tal y como lo vamos a ver de inmediato.
En el mundo existen dos tipos de pensadores: los materialistas y los idealistas. Los primeros consideran que es lo material lo que determina lo espiritual y los segundos consideran que es lo espiritual lo que determina lo material. Los materialistas creen que el Hombre creó a Dios y los idealistas creen que Dios creó al Hombre. Los materialistas creen que la economía en última instancia determina la ideología, la estructura política, la religión... y los idealistas creen que son las ideas las que producen los cambios económicos. Por ejemplo, Max Weber consideraba que el protestantismo era una de las principales causas de la aparición del capitalismo. A eso los materialistas respondemos que el protestantismo es sencillamente la consecuencia de la introducción del capitalismo, y que a la vez esta forma de pensar acelera el desarrollo económico del sistema.
Karl Marx dijo: "No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia." Es decir, que es la realidad material (económica, social, familiar...) la que determina el pensamiento. No entendamos esto de un modo mecanicista; no queremos decir que a tal situación material corresponda obligatoriamente una situación ideológica/espiritual. El mundo de las ideas también interviene en lo material, además de ser muy complejo y estar determinado por millones de situaciones y hechos que dificilmente podríamos estudiar totalmente.
A los idealistas deberíamos preguntarles de dónde provienen las ideas. ¿Caen del cielo? ¿las pone Dios en nosotros? A menudo oímos en ciertos círculos que los alemanes son expansionistas por naturaleza, y esa sería la causa su actitud reciente hacia el resto del continente europeo. Los materialistas replicamos que esto se debe sencillamente a que la economía alemana está enfocada hacia afuera, hacia las exportaciones. También creen algunos estadounidenses que son el pueblo elegido por algún tipo de ser todopoderoso y que por eso tienen el papel de expandirse. Nada de eso; las políticas imperialistas de EEUU se deben a sus necesidades económicas. Algo parecido pasaba con el Imperio Romano.
Hay muchas personas que no son ni idealistas ni materialistas, sino que dependiendo de una situación u otra adoptan una de las dos posturas.
En definitiva y para resumir:
- Los materialistas consideramos que la materia existe más allá del pensamiento y que las ideas provienen, en última instancia, de la realidad material. (Ejemplo: fue el hombre quien creó a Dios)
- Los idealistas consideran que es el pensamiento el que crea la materia, y que esta no necesariamente existe sino que es posible que sea producto de la imaginación. Creen que las ideas (que no se sabe de dónde vienen) son el motor de la Historia. (Ejemplo: las ideas protestantes crearon el capitalismo)
La relación entre la teoría y la práctica
"Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo." ¿A qué se refería exactamente Karl Marx cuando pronunció esa frase? ¿Quiso decir que había que centrarse en transformar el mundo y dejar de interpretar su funcionamiento? ¿Pretendía dejar de lado la teoría y centrarse en la práctica?
Nada de eso. En esta famosa consigna no se encuentra un desprecio por la teoría ni un especial amor por la práctica, sino la unión de ambas. Se trata de no limitarse a la teoría dejando de lado la práctica. Y no solo eso; se trata de someter la teoría a la práctica. ¿Y para qué poner la teoría -las ideas- al servicio de la práctica -la acción-? Pues sencillamente para el problema fundamental a la hora de actuar: saber cómo hacerlo de forma correcta. Si quieres que algo te salga bien debes conocer cómo funciona ese algo, y eso sólo es posible si lo pruebas. Si quieres conocer el sabor de una pera tienes que probarla.
Si quieres saber cómo hacer una revolución tienes que estudiar el mundo que quieres revolucionar. ¿Debe ser violenta o pacífica? ¿Debo unirme a los pequeños empresarios o no? ¿Debo realizar la revolución mediante reformas o derrocando lo existente con un golpe de fuerza? Todas esas preguntas solo pueden ser respondidas estudiando la Historia (es decir, estudiando la práctica de otras épocas), manifestándose y observando el nivel intelectual de las masas, viendo cual es el carácter de los actores políticos contra-revolucionarios...
Pero dejemos que hable Mao, que se explica mucho mejor que yo:
"Si el hombre quiere obtener éxito en su trabajo, es decir, lograr los resultados esperados, tiene que hacer concordar sus ideas con las leyes del mundo exterior objetivo; si no consigue esto, fracasa en la práctica. Después de sufrir un fracaso, extrae lecciones de él, modifica sus ideas haciéndolas concordar con las leyes del mundo exterior y, de esta manera, puede transformar el fracaso en éxito: he aquí lo que se quiere decir con "el fracaso es madre del éxito" y "cada fracaso nos hace más listos"
Las ideas correctas provienen de la participación y el estudio del mundo material. Dijimos antes que somos materialistas, y que estudiamos el mundo desde la idea de que lo material precede a lo espiritual (a lo teórico, a las ideas). Por tanto es lógico que creamos que la práctica precede a la teoría. A su vez, probamos la teoría y, en función de los resultados obtenidos la modificamos o la mantenemos. Por ejemplo: existía la teoría, en la URSS, de que el capitalismo en ningún caso puede ser restaurado en un país socialista. Al ver que esto no se cumple en la práctica los comunistas hemos modificado nuestra teoría, que antes era errónea. La relación entre teoría y práctica se materializa en un circulo vicioso tal que este:
La práctica nos lleva a la teoría, que volvemos a llevar a la práctica, con lo cual modificamos la teoría, y de nuevo volvemos a la práctica... y asi ad infinitum. No existe otra forma de construir una teoría efectiva y que funcione.
Por tanto para tener una teoría correcta sobre algo que se quiere cambiar antes hay que participar en ello. Debemos partir siempre de la base del conocimiento científico del mundo, y de ahí extraer una teoría correcta y realista. Por eso dijo Lenin que "no hay teoría revolucionaria sin práctica revolucionaria". Por eso dijo Rosa Luxemburgo que "toda la fuerza del movimiento obrero moderno descansa sobre el conocimiento científico." Antes de aclarar todo esto con ejemplos pondré otra cita de Mao:
"El que sea verdad o no un conocimiento o teoría no se determina mediante una apreciación subjetiva, sino mediante los resultados objetivos de la práctica social. El criterio de la verdad no puede ser otro que la práctica social."
Algo no es cierto porque tú creas que es cierto. Algo es cierto si se confirma en la práctica, en lo real. Por ejemplo, el que tú creas que mañana va a llover no significa que mañana va a llover. Por mucho que la derecha insista en que la austeridad nos sacará de la crisis, esto no es verdad. Aquí lo importante es lo que acontece en la práctica, en la realidad material, no lo que alguien piensa o dice.
Quizás el lector esté un poco perdido. Veamos algunos ejemplos sobre la relación entre la teoría y la práctica.
Imaginemos que estamos en un grupo de chicos y queremos ligar con chicas. ¿Cómo podemos seducirlas? Algunos tienen ya una teoría sobre cómo ligar, gracias a un amigo que hace unos años ligó. Así que vamos a la discoteca y ponemos en práctica la teoría de nuestro amigo. ¡Pero todos fracasamos! ¿Porqué? Porque hemos utilizado una teoría -la de nuestro amigo- que no se corresponde con la realidad material. Hemos utilizado una teoría que ya no nos sirve, se ha quedado anticuada. Es que las chicas ya no son como hace unos años. Así que sencillamente volvemos a la discoteca y probamos diversos métodos de ligar. Al día siguiente volvemos a intentarlo, esta vez con las nuevas enseñanzas que la práctica nos ha brindado. Ahora algunos ligan. Un año después de ir día tras día de fiesta para ensayar el arte de la seducción, todos ligamos con facilidad. ¿Qué ha ocurrido? Hemos construido una teoría sobre cómo ligar basada en la práctica constante, y que por tanto funciona. (No se me ocurre mejor momento para recordar aquel amigo que con 15 años nos dice con aire de superioridad que a ligar se aprende ligando. ¡Tenía razón!)
Traslademos esto a la revolución, un ejemplo mucho más complejo. Imaginemos que estamos en un grupo de revolucionarios y que queremos, obviamente, hacer una revolución. ¿Cómo podríamos? Uno de nosotros dice que ya tenemos la teoría correcta: la de Lenin y los bolcheviques. Esa revolución triunfó antes y por lo tanto no hay motivo para que no triunfe ahora. Así que hacemos una revolución como Lenin, pero fracasa. ¿Porqué? Porque hemos utilizado una teoría que corresponde a la práctica de la Rusia de 1917, ¡y estamos en la España de 2013! Las condiciones materiales han cambiado, y como dijo Karl Liebknecht, "si las condiciones cambian en 24 horas hay que cambiar la táctica en 24 horas". Tras una nueva reunión decidimos sacar lo bueno de Lenin y tirar lo que no nos sirva, participar en las movilizaciones, estudiar lo que pasa en países hermanos como Grecia, analizar la actitud y la evolución de las masas, crear medios alternativos en Internet, promover el internacionalismo, rechazar el reformismo y el izquierdismo, reconstruir un Partido Comunista acorde a nuestros tiempos y, en definitiva, hacer un análisis concreto de la situación. Esto no nos asegura la victoria (influyen tantos factores que daría para escribir un libro), pero sin duda es el único modo de lograrla. El revolucionario debe huir de los dogmas y analizar la realidad (y participar en ella). Según Marx:
"¡en qué grave falta se incurre cuando se quiere volver a imponer a nuestro Partido como dogmas ideas que, si en otro tiempo tuvieron un sentido, hoy ya no son más que topicos en desuso!"
Pese a lo que se dice de nosotros -no sé muy bien por qué- los comunistas somos de todo menos dogmáticos. Nuestro lema es "¡abajo el dogmatismo! ¡viva el análisis concreto de la situación concreta!" No conocemos otra forma de actuar que no sea a partir de una teoría sacada de la práctica. Desechamos cualquier teoría anticuada y que no sirva para la práctica, sea de Marx, de Lenin o de quien sea.
Veamos un último ejemplo. Yo tengo un blog, y deseo que mis lectores comprendan con facilidad lo que escribo. Así que decido escribir como Lenin. Yo entiendo a Lenin y tengo la teoría de que mis lectores también. Pero comienzo a recibir mensajes de lectores que dicen no entender casi nada de lo que escribo. La práctica ha desmentido mi teoría. Así que cambio la teoría, y comienzo a escribir todo con un lenguaje común y con muchos ejemplos cotidianos al alcance de todos. Ahora sí que los lectores me entienden. He conseguido mi objetivo -que mis lectores comprendan con facilidad lo que escribo- adaptando mi teoría a la práctica. Si de pronto me empezasen a leer personas de 13 años tendría que adaptarme a la nueva realidad y modificar mi forma de escribir una vez más. Es tan sencillo como aprender de los errores. "El error es la madre del éxito si aprendemos de él".
Resumiendo:
- El objetivo de los marxistas no es simplemente conocer el mundo, sino también transformarlo. Por eso Gramsci llamaba al marxismo filosofía de la praxis.
- Para lograr una teoría transformadora correcta debemos estudiar y participar en la práctica. "Si quieres conocer el sabor de una pera debes darle un mordisco" (Mao)
- La teoría está subordinada a la práctica. Las ideas correctas provienen de la práctica social. Para saber cómo ligar debes ir a practicar el arte de la seducción, para saber cómo hacer una revolución debes practicar el arte de la revolución etc.
- El marxismo es antidogmático: niega toda idea que no sirva para la práctica, para la transformación del mundo.
Practicismo y teoricismo
No todos los comunistas comprenden bien la relación entre teoría y práctica. Y la consecuencia de esto, entre otras muchas cosas, es que a veces actúen de forma contraproductiva. Para finalizar el artículo hablaremos de los practicistas y de los teoricistas.
Los practicistas sienten una especie de amor por la práctica. Creen que lo importante es actuar, actuar y actuar. Huyen de la teoría como de la peste. La mejor forma de hacer algo es haciéndolo sin rodeos, dicen. Están siempre en primera línea en manifestaciones, huelgas y barricadas, pero olvidan la importancia de la teoría. Admiran los movimientos espontáneos, ya que lo importante es el movimiento, no enfrascarse en luchas ideológicas.
"Nuestra tarea, la tarea de la socialdemocracia [de los comunistas], consiste en combatir la espontaneidad, en apartar el movimiento obrero de este afán espontáneo del tradeunionismo [lucha por mejoras económicas], que tiende a cobijarse bajo el ala de la burguesía, y enrolarlo bajo el ala de la socialdemocracia revolucionaria. La frase de los autores de la carta "economista", de que ningún esfuerzo de los ideólogos más inspirados podrá desviar el movimiento obrero del camino determinado pro la interacción de los elementos materiales y el medio material equivale plenamente, por tanto, a renunciar al socialismo."
Dejar a un lado la teoría y alabar la práctica por la práctica equivale a renunciar al socialismo. Y no solo eso: si dejamos que los movimientos espontáneos vayan "por libre", sin influencia de los comunistas, abrazarán necesariamente la ideología burguesa:
"Pero, preguntará el lector: ¿por qué el movimiento espontáneo, el movimiento por la línea de la menor resistencia, conduce precisamente al predominio de la ideología burguesa? Por la sencilla razón de que la ideología burguesa es, por su origen, mucho más antigua que la ideología socialista, porque su elaboración es más completa y porque posee medios de difusión incomparablemente mayores"
La práctica espontánea, como puede ser una huelga o una acampada basada en la desobediencia civil, no conduce necesariamente a una teoría revolucionaria. Sin un Partido que extienda la conciencia revolucionaria no habrá revolucionarios. Las ideas, recordemos, no caen del cielo. Los practicistas caen en un tremendo error cuando menosprecian la teoría y se entregan de lleno a la práctica.
Luego están los teoricistas, que vienen a ser algo así como comunistas que sienten amor por la teoría y que están desvinculados de la práctica. Conocen los libros de Marx, Engels y Lenin de memoria pero no sabrían aplicarlos a la práctica. No tienen la capacidad de analizar la realidad y suelen caer en el sectarismo: creen que sólo ellos tienen razón y replican a todo con citas de autores marxistas del siglo pasado. Practican algo así como un culto a los libros. Alan Woods, marxista estadounidense, les compara con aquel que sabe cómo nadar pero que no nadará jamás:
El sectario es como un hombre que quiere aprender a nadar leyendo libros de natación. Aprende de memoria todo sobre el estilo y puede dar una lección completa sobre el arte de la natación, con diagramas sobre anatomía, ecuaciones sobre la resistencia al agua, un termómetro para medir la temperatura correcta del agua, etc. pero cuando llega el momento de sumergirse siente un repentino rechazo, se queja de que el agua está demasiado fría, las condiciones no son las correctas y cientos de razones más le impiden nadar.
Sin embargo, cuando este hombre ve a otro que realmente está nadando en el agua, su indignación no conoce límites: “¡Esto es intolerable! Ese hombre está utilizando un estilo equivocado, no debería nadar. Yo debería estar en su lugar. Estoy seguro de que yo lo podría hacer mucho mejor —¡sólo con que pudiera mantenerme en el agua!—.” Por supuesto, estas personas nunca aprenderán a nadar de verdad.
¿Para qué nos sirve una teoría desvinculada de la práctica? ¡Para absolutamente nada!
Lenin, en un escrito de 1920 (Tareas de la juventud comunista), hace una crítica parecida contra los teoricistas que aprenden libros de memoria pero que están desarmados frente a la práctica.
Uno de los mayores males y calamidades que nos ha dejado en herencia la antigua sociedad capitalista, es un completo divorcio entre el libro y la vida práctica, pues teníamos libros en los que todo estaba expuesto en forma perfecta, pero en la mayoría de los casos no eran sino una repugnante e hipócrita mentira, que nos pintaba un cuadro falso de la sociedad capitalista.
Por eso, sería una gran equivocación limitarse a aprender el comunismo simplemente de lo que dicen los libros. Nuestros discursos y artículos de ahora no son simple repetición de lo que antes se ha dicho sobre el comunismo, porque están ligados a nuestro trabajo cotidiano en todos los terrenos. Sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libresco del comunismo, adquirido en folletos y obras comunistas, no tiene absolutamente ningún valor, porque no haría más que continuar el antiguo divorcio entre la teoría y la práctica, que era el más nocivo rasgo de la vieja sociedad burguesa.
Los que practican el culto a los libros, a la teoría, no pueden en ningún momento hacerse llamar comunistas.
Las ideas correctas vienen de la práctica, no de los libros. Otra cosa es que la teoría marxista del siglo XX o del siglo XIX pueda, en mayor o menor medida, ser actual. En ese caso la utilizaremos para cumplir nuestra tarea histórica: la revolución socialista, la construcción de una democracia real. Pero si la teoría está anticuada entonces la tiramos a la basura sin dudarlo. No podemos enfrascarnos en viejos dogmas mientras el mundo agoniza.
Comprender la relación entre teoría y práctica es fundamental para todo revolucionario.
Para complementar este artículo le recomiendo al lector dos sencillos y básicos escritos de Mao: Sobre la práctica y ¿De dónde vienen la ideas correctas?
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